“Esa es la locura de este país: tiene la sofisticación de
Alemania y la violencia de Congo. La combinación es insólita. Por ejemplo: en
este país se adelanta una negociación mientras se mantiene el combate y los de
las Farc son condenados mientras se mantienen negociando. Eso no ha
ocurrido en ningún lado. ” [1]
(Luis Moreno Ocampo, 28 de Julio, 2014)
"Están jugando con candela y este proceso puede
terminar", fue la advertencia que hizo ayer el “presidente de la paz” en
contra de las FARC-EP a raíz del reciente atentado que dejó al principal puerto
del país, Buenaventura, en penumbras, afectando los negocios multimillonarios
de sus amigotes empresarios. Que nadie se llame a engaños: aunque tenga la
población civil a flor de labios, lo que realmente preocupa al presidente es el
bolsillo de su clase social. Esta advertencia la hizo en Palmira (Valle)
durante un acto conmemorativo de Manuelita, uno de esos ingenios azucareros que
han esclavizado durante siglo y medio a los corteros, y llamó a sofocar las
protestas de éstos mediante la bota militar durante la huelga del 2008.
Difícilmente el escenario podía ser más apto para estas declaraciones. "Sabía
desde el principio que iba a ser difícil explicar, por qué es que hablan
ustedes en La Habana de paz y siguen en guerra”, remató Santos [2] .
Aunque uno está acostumbrado a declaraciones cínicas por
parte de los politiqueros colombianos de toda laya, reconozco que estas
declaraciones me parecen extraordinariamente irresponsables. No se trata ya de
que Santos tenga tal cara dura que parece que la tuviera cubierta de
callosidades. Estamos ante un cuadro más complejo: parece que Santos sufre de
una personalidad verdaderamente esquizofrénica. Existe una disociación profunda
en su comportamiento en lo relativo a la paz y su percepción de la realidad
parece totalmente alterada.
Primero que nada, porque mientras lamenta amargamente los
golpes de la insurgencia a este centro nervioso de la oligarquía
transnacionalizada, puerto totalmente (para)militarizado, le parece
perfectamente normal el escalamiento de las agresiones militares contra la
población civil en Bolívar, Meta, Antioquia y, sobretodo, en el Catatumbo.
Segundo, porque hace una pregunta sorprendente a los guerrilleros: “por qué es
que hablan ustedes en La Habana de paz y siguen en guerra”. Esto se le puede
responder fácilmente. Hablan de paz en La Habana porque hicieron un
acuerdo de negociación para la superación del conflicto social y armado con su
merced. Y siguen en guerra en Colombia, precisamente porque su merced ha
insistido en que no habrá cese al fuego bilateral mientras no se firme el
acuerdo de paz. Realmente Santos tiene o mucha esquizofrenia o muy mala
memoria: es precisamente él quien ha puesto estas condiciones a los
insurgentes. Condiciones por lo demás insólitas, nunca vistas en ninguna otra
parte, según el fiscal de la Corte Penal Internacional Luis Carlos Ocampo,
quien además llamó a esta situación una “locura”. Esquizofrenia diría yo, para
ser un poco más preciso.
Santos tal vez no se ha enterado desde su torre de marfil en
el norte de Bogotá, pero las FARC-EP son un movimiento guerrillero en un
conflicto de carácter irregular. Como tal, los ataques a la infraestructura son
un aspecto esencial de este tipo de confrontación asimétrica y esto no es
exclusivo de los guerrilleros colombianos, sino un hecho universal. Ellos no han
cambiado su modus operandi desde el inicio de las negociaciones así
que no sabemos por qué la sorpresa. Sorpresa que es cinismo cuando en más
de una ocasión este movimiento guerrillero ha planteado la necesidad de una
tregua bilateral y ha decretado, de manera unilateral, en múltiples ocasiones,
cese al fuego –ocasiones aprovechada por el Ejército para redoblar la
presión militar de manera cobarde. Santos, en vez de amenazar,
irresponsablemente con terminar las negociaciones sencillamente porque las
FARC-EP están respetando las reglas del juego que él mismo impuso,debería
preguntarse si la negociación de paz es sostenible en las condiciones
actualmente planteadas.
El encantador de serpientes debería decidir su posición: o
se sigue negociando en medio de la confrontación, y entonces debe asumir las
consecuencias de esta torpe decisión, o se decreta un cese al fuego bilateral,
y entonces debe tener capacidad para enfrentar las presiones de Washington y
del bloque militar-terrateniente-mafioso. Decida lo que decida, lo importante
es que Santos deje de exhibir un comportamiento esquizofrénico y asuma las
consecuencias de sus acciones. El tema de fondo es que negociar en medio de la
confrontación, más aún cuando el gobierno también rechaza adoptar medidas para
la “humanización del conflicto”, se demuestra hoy más que nunca como un
absurdo. No hay peor enemigo hoy para el proceso de negociación que la dinámica
del enfrentamiento. Hoy el tema real no es que la insurgencia pise el
acelerador a fin de lograr la paz exprés, como pretenden algunos vividores
de las industrias de la guerra y de la paz, sino exigir un cese inmediato
de las hostilidades para generar un ambiente propicio para que las
negociaciones avancen con el menor ruido posible. Cualquier persona con dos dedos
de frente se da cuenta de ello. A lo mejor después de las elecciones, el
“presidente de la paz” ya no tiene ningún interés objetivo en las negociaciones
y sencillamente está preparando el terreno para patear la mesa. Los dientes ya
los viene mostrando, desde hace rato. Allá los que quieran hacerse falsas
ilusiones, pero hoy lo único que puede salvar el proceso es la presión popular
porque dudo mucho que el gobierno de un paso de esta magnitud por propia
voluntad.
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