Cuando los indígenas le declaramos al país que queremos
fuera a todos los grupos y ejércitos armados de nuestro territorio
entendemos que este no sería el fin de la guerra en nuestro territorio.
Para nosotros es claro que este es solo un paso hacia el retorno a la armonía
de nuestra madre tierra. Para los Nasa como para otras comunidades indígenas,
afro y campesinas, igualmente ultrajadas, está totalmente claro que la guerra
en nuestros territorios la trajeron las transnacionales con ayuda del gobierno.
¡Para que haya paz se tienen que ir las transnacionales!
A todo el país le dijimos que no queremos más guerra en
nuestra casa. La respuesta del gobierno, en representación del ministro del
interior, es faltar a la palabra incumpliendo a la reunión con las autoridades
indígenas en Popayán, por atender una reunión de concejales en Bucaramanga. La
respuesta de la guerrilla en la carta de Timochenco es igualmente irrespetuosa,
con formal cinismo dice que la lucha guerrillera es la misma que asume el
movimiento, esquiva las exigencias de las autoridades indígenas frente a los
ataques continuos a la población y al reclutamiento de los niños y jóvenes y en
cambio advierte, ‘si se va el ejército no vamos nosotros’… Sigue el mismo juego
de los violentos, sus respuestas pretenden ubicarnos donde supuesta e
irremediablemente hay sólo dos caminos, donde serían ellos quienes decidan por
nosotros. Y como si fuera poco también los paramilitares reaparecen ahora
con amenazas a nuestras autoridades y territorios, nada tan diferente a las
acciones del ejército y la guerrilla, cual si fuera un acuerdo entre estos
porque a todos les estorba una comunidad organizada y en resistencia.
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