domingo, 20 de septiembre de 2015

Refugiados: ni Dios, ni Amo, ni Estado

Ni Dios, ni Amo, ni Estado. La vieja consigna anarquista resume perfectamente la sensación de estupor y vergüenza frente a lo que está ocurriendo en Europa con los migrantes y refugiados.
Cuando buscamos las causas últimas de este largo y profundo desastre, nos topamos inevitablemente con la maldita trilogía: 

Ni Dios: Estamos viendo en estos días aciagos, imágenes de gentes deambulando entre el barro de los bosques balcánicos, famélicas y deshidratadas, personas que han tenido que abandonar con lo puesto sus casas, sus vidas, sus proyectos… que, llegada la hora de la oración, extienden su alfombrilla y rezan de cara a La Meca. ¿Qué más necesitan sufrir para aceptar que su dios permanece sordo y mudo frente a sus desventuras sencillamente porque no existe? ISIS, Al Qaeda y al fondo, agazapado, el sionismo… La religión sigue llenando la historia de odio y sangre, sigue representando su sempiterno papel de atizadora necesaria de todo tipo de penurias y conflictos.

Ni Amo: Como suele suceder, el Amo, o lo que es lo mismo, el sistema capitalista, es cualquier cosa menos inocente en el tema que nos ocupa. Detrás de la gran ola de refugiados, que no ha empezado este verano, aunque así quieran hacérnoslo creer los grandes medios de desinformación, están los intereses del capitalismo global, especialmente los relacionados con la industria de la guerra, los negocios del petróleo y los llamados “minerales estratégicos”. El capitalismo es por su propia esencia amoral, la ética no cotiza en bolsa y por tanto es totalmente ajena a sus centros de interés. Su carácter depredador no sabe nada de emergencias humanitarias ni de nada que no tenga que ver con sus objetivos de negocio.

Ni Estado: En estos tiempos revueltos estamos comprobando hasta la náusea para que sirven los Estados. Brutalidad policial y militar contra los refugiados indefensos, vallas y concertinas para impedir el libre tránsito de las personas, mercadeo indecente sobre las cuotas de migrantes que le corresponden a cada cual, campos de concentración que recuerdan épocas aún más oscuras y que creíamos superadas… Las fronteras entre Estados están haciendo valer su función represora y creando grandes atascos humanos que se justifican con la necesidad falsa y bastarda de no abrir la mano para no provocar un “efecto llamada”, como si hiciera falta llamar a nadie cuando la disyuntiva es esquivar una muerte probable o afrontar una muerte segura. Los Estados están cumpliendo a la perfección el papel para el que fueron creados. Lo que parecen ignorar es que es imposible ponerle puertas al campo. Ahora parecen sorprendidos de su incapacidad para detener y gestionar las sucesivas y crecientes avalanchas, cuando son sus propias políticas carroñeras las que las han provocado. Entretanto, siguen ocultándonos que, a partir de la invasión soviética de Afganistán, la CIA y el MOSAD, con la colaboración entusiasta de los Servicios Secretos europeos, han estado detrás de la creación y el patrocinio de Al Qaeda y posteriormente de ISIS, mientras ahora los portavoces de los gobiernos de Europa, EEUU e Israel se lamentan con cinismo inaudito de que los huevos de esas serpientes que ellos mismos han incubado les hayan estallado entre las manos.

Analizar la situación desde un punto de vista libertario, nos puede ayudar, más allá de la inanidad de una coyuntura hecha de nacionalismos estrechos y elecciones lampedusianas, a entender de manera integral las razones últimas de esta abominable catástrofe humana que en ningún caso es fruto de la fatalidad sino de la conjunción nefasta de los intereses esas tres grandes lacras: la Religión, el Capitalismo y el Estado.

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