viernes, 2 de mayo de 2014

"De nuevo la rebelión de las ruanas, ponchos y bastones"

El país aún recuerda a miles de campesinos y campesinas que en el 2013 salieron a las carreteras colombianas a exigirle al gobierno solución a sus críticos problemas. Esos mismos miles de campesinos y campesinas retornan a las carreteras denunciando el incumplimiento de los acuerdos pactados el año pasado y proponiendo refundar la política agropecuaria del país.

El paro agrario que se extendió por más de 40 días en el país es, sin lugar a dudas, uno de los acontecimientos más destacados del 2013. Su contundencia y capacidad de despliegue político, social, organizativo y de opinión provocó, por parte del gobierno nacional, respuestas insatisfactorias a las demandas del movimiento, así como un elevado respaldo ciudadano que logró develar la endémica política agropecuaria y, por consiguiente, permitió conocer la realidad de la pobreza rural como consecuencia de un modelo agropecuario insuficiente y favorecedor de los grandes empresarios del campo.
Nuevamente, los protagonistas del paro del 2013 se reafirman en sus exigencias y consolidan, junto a otros sectores del mundo rural, un nuevo ejercicio de coordinación y unidad a través de la Cumbre agraria, étnica y popular; proceso que viene articulando propuestas e iniciativas para refundar la política agraria en Colombia. Estos procesos han manifestado la inevitabilidad del llamamiento a un nuevo paro agrario para este mes de mayo, eso sí, bajo nuevas condiciones: la consolidación de un pliego único que consigna las peticiones de todos los sectores movilizados, para el caso de la Cumbre, y un pliego de 5 puntos de las Dignidades.
Las breves reflexiones que expongo a continuación proponen explicar el alcance de un nuevo ejercicio de movilización que podría malograrle la reelección a Santos, así como fortalecer los lazos de unidad entre sectores populares, cuyo horizonte debería ser la consolidación de un nuevo proyecto de nación.
La crisis del campo colombiano
Uno de los efectos destacables del paro agrario fue hacer evidente ante el país la existencia de una inobjetable crisis del sector agropecuario, tema que hasta antes del paro había estado reservado para algunos académicos e intelectuales interesados en el tema. Después de los acontecimientos la ciudadanía reconoce que en el campo colombiano las cosas van muy mal.
La crisis es de tales proporciones que en la actualidad el 77% de la tierra está en manos de sólo el 13% de los propietarios. Las cifras son igualmente dramáticas en materia de tierras despojadas: 6.6 millones de hectáreas fueron usurpadas violentamente a sus propietarios o poseedores, familias campesinas dedicadas a la agricultura. Esas mismas tierras hoy en su mayoría están dedicadas al cultivo de biocombustibles, a la ganadería extensiva o comprometidas en proyectos mineros.


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