Por: Ana Líos Morales
Nos han hecho creer que la cotidianidad colombiana es
una novela en la que el show no se detiene y uno tras otro nos van presentando
personajes que en lo absoluto son improvisados. Nunca se arriesgarían a tanto
quienes tienen las riendas de los caballos que halan la cosa política, aquellos
que conscientes van escribiendo, con sangre por tinta, el guion del acontecer
colombiano. Teniendo en cuenta que no dan puntada sin dedal, en esta temporada de
la novela: ¿Cuál será la evolución del
personaje que interpreta Iván Duque?
En temporadas anteriores vimos como Álvaro Uribe
Vélez encarnó un personaje cuya construcción evolucionó en al menos tres etapas:
“La humildad”, “La arrogancia” y “El
mártir abnegado”.
En “la
humildad” procuró la construcción de relación con el pueblo, el supuesto
campesino verraco, de acento bien marcado, sombrero, poncho y hasta hablao medio enredao que enterneció las masas virulentas. En la etapa de “La arrogancia”, vivimos el posicionamiento de la relación con la
mafia, el patrón, “le voy a dar en la
cara marica”, el fino smoking, las
gafitas oscuras, el ejército de escoltas, “siguiente
pregunta, ¡sshhh!, siguiente pregunta”, “Café no estaban cogiendo” refiriéndose
a los Falsos Positivos… Y al final “El Mártir abnegado”, la cimentación de la relación con la base electoral - la clase media emergente, el
emprendedor, el que trabajó, trabajó
y trabajó para que sus hijos fueran alguien en la vida, el de la inocencia impoluta
en sus carnitas y huesitos. Sin importar la canallada “se hizo dentro del marco de la ley”.
Ahora, en la actual temporada de esta novela, vemos aparecer
en escena al “presidente” cortina en la etapa del bufón, del entretenimiento en grotesca y
descarada forma. La tarea es generar
uno y mil episodios que deban hacerse
virales. Situaciones que se dan a la par de las actuaciones mediocres pero
eficaces de los personajes secundarios, no por ello menos peligrosos, como
Paloma Valencia y Maria Fernanda Cabal entre borrachos, chistoretes y otras
carangas resucitadas que conforman el elenco. Y claro, al mejor estilo de Stan
Lee, actúa de vez en cuando Álvaro Uribe, ya sea como director del circo o como
corregidor. Habrá que ver quiénes son los guionistas.
¿Y cómo hacer
viral cada episodio? Interesante cuando menos es observar el desarrollo de
la táctica, en la cual los difusores ya no solo son los grandes medios si no también
los mismos detractores del nefasto show.
De manera que quienes NO nos
recogemos en el gobierno criminal, al tratar de visibilizar la estupidez del presidente
cortina, cumplimos con la tarea táctica de AGIGANTAR LA DISTRACCIÓN con la cual se tapan los movimientos
del gobierno criminal: el nombramiento de criminales y sujetos maleables en las principales carteras del Estado (Ministerios); en sus instituciones (Fiscalía, Contraloría,
Procuraduría…); y en ese mismo camino, la
reconfiguración criminal de la estructura de mandos de las fuerzas
armadas: Ejercito, Policía… Entre otros “pupitrazos”.
En el ejercicio de viralizar al ridículo para ridiculizarlo se puede tanto
deslegitimarlo como caer en la naturalización de las acciones, al punto de
convertirlo en una suerte de sujeto ingenuo que, ¡pobrecito él!, nunca será responsable de nada. ¿Será que la intención de
los guionistas es mostrar al presidente cortina como un tonto gracioso con el
que cualquier cosa puede pasar? Y al final de la temporada, qué más vamos a
hacer si es que es un tonto.
Entonces ¿Qué otros roles tendrá que interpretar Iván
Duque -el cínico, el déspota? Mientras se intenta predecir cuál será la
evolución del ridículo personaje en esta temporada de la novela paracolombiana,
sin adentrarnos en las formas que adoptará la manifestación social, quizá sea
necesario duplicar el trabajo y continuar haciendo virales los episodios del
bufón con el anexo de permanentes denuncias de las acciones que tras bambalinas
van ejecutando los secuaces del presidente cortina.