“Es desde esta visión que se hace pertinente salvaguardar la
Memoria, volver la mirada a nuestro Territorio como un proceso de ordenamiento
de las relaciones vitales, donde el individuo reconozca y se reconozca como un
ser que ha relacionado su existencia en torno a esas huellas indelebles del
pasado indígena que subsisten en nuestro mestizaje y que hoy se pretenden
desdibujadas o convenientemente olvidadas”- Augusto Tyhuasuza, 11 de Julio de
2013.Hace cerca de dos años y medio la sabana de occidente se
despertó con una persona menos, un luchador menos por la libertad…
En Julio de 2014, cerca de su casa en Facatativá y con
escasos 42 años, fue ultimado con varios disparos por la espalda Augusto Tyhuasuza,
indígena muisca y activista social de los municipios de la sabana de Bogotá,
territorio ancestral y que ha sufrido los grandes estragos de un modelo
metropolitano de miseria, que desplaza las oportunidades y ordena los
privilegios del centro hacia afuera.
Augusto fue militante del histórico Proyecto Cultural Alas
de Xue, referente libertario por obligación a la hora de hablar del anarquismo
contemporáneo en Colombia, así como uno de los impulsores del llamado
“anarco-indianismo”, síntesis que buscaba lo libertario dentro del indianismo y
meterle indianismo a lo libertario. Además de ello, fue un organizador del
proceso de recuperación de memoria muisca en cabildos como Cota o Suba, así
como en municipios cómo Facatativá y Tibaitatá (hoy conocido como Madrid),
donde de la mano con diferentes procesos sociales y populares venía haciendo el
trabajo de reconstrucción territorial de la memoria propia, a través de
procesos de formación y semilleros de investigación.
Siendo un mayor (sabio) y un gran poeta, sus intervenciones
estaban cargadas de sabiduría y simbolismos, de referencias a los mitos
creacionales chibchas, de la lucha de los zapatistas y los mapuches, de lo que
nos enseñaban los compañeros indígenas en el Cauca y en la Sierra Nevada de
Santa Marta, del recuerdo de las decenas de disturbios que tuvo que vivir en
las universidades y calles de Bogotá y la Sabana, así como de su gran
experiencia que nos hablaba a los más jóvenes de mirar nuestras ideas con
crítica, sin adulaciones y sabiéndonos desprender de los dogmas que nos
retrasan.
La muerte de Augusto pasó por lo bajo de los círculos
anarquistas, quienes en ese momento sufrían otra lamentable noticia: el
suicidio de Sergio Urrego en el centro comercial Titán Plaza. Para entonces,
cuando se cumplían escasos días del asesinato de Augusto, se llevaba a cabo el
Encuentro Anarquista de Bogotá y Pueblos de la Sabana, donde varias compañeros,
amigos o simplemente conocidos de Tyhua, como le decíamos con cariño a Augusto,
llamábamos la atención sobre su caso y la poca atención que estaba teniendo por
parte del movimiento libertario, mientras la asociación de cabildos muiscas y
la ONIC se apresuraron a sembrar su memoria.
El miedo se apoderó de muchos de nosotros, quienes bajo la
amenaza latente del peligro de morir por luchar, hicimos lo poco que se pudo
para mantener viva su memoria, y sin embargo hasta ahora ha sido insuficiente.
Este corto texto es un pequeño pago a la deuda con la historia, con la memoria
y la dignidad, esa historia de tercos que no los cansa ni la muerte, de esos
tercos que luchan contra quienes anteponen su proyecto de muerte frente a
quienes reclamamos, con la mirada en el cielo y los pies en la tierra, vida
digna:
Augusto era un gran estudioso, a pesar de no haber culminado
ninguno de sus estudios universitarios que empezó en las universidades
Distrital, Pedagógica, Nacional y Pedagógica Tecnológica de Tunja, en la mayor
parte de ellas interesado por las Ciencias Sociales y la Historia. En este paso
por el movimiento universitario de entonces, donde las ideas libertarias
parecían tener gran influencia, pudo establecer los cimientos de su vida y la
necesidad de articular el estudio, la investigación y la memoria con las luchas
populares. Desde muy joven participó en el movimiento anarquista, ingresando a
sus 17 años al Proyecto Alas de Xue, donde militó por varios años hasta su
práctica disolución. A pesar de lo complicado que parecía para entonces,
incluso con los recelos de parte de diferentes procesos anarquistas de Europa
que miraban con prejuicio a diferentes movimientos indígenas que defendían
concepciones propias de nación y cultura, Augusto rápidamente encontró puentes
entre el pensamiento muisca y el libertario. Sin embargo, su preocupación nunca
fue encasillar el proceso muisca dentro de las etiquetas anarquistas, sino por
el contrario, ver que podía aportar cada mirada de manera mutua y sincera.
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