“Los animales de afuera miraron del cerdo al hombre, y del
hombre al cerdo, y nuevamente del cerdo al hombre; pero ya era imposible
discernir quién era quién.”
En medio de semejante barbarie que una vez más nos toca
presenciar en Gaza, no falta quien ha comparado al régimen de Israel con el
Apartheid en Sudáfrica. La comparación, sin embargo, se queda corta. Ni
siquiera el racismo estructural sudafricano alcanza el nivel de brutalidad tan
sistemática que hoy deben soportar los palestinos. Algunos autores han
comparado a Gaza con un ghetto, las prisiones a campo abierto en que los
nazis confinaban a los judíos en Europa, y a su resistencia con la resistencia
del Ghetto de Varsovia en 1943[1]. El escritor colombiano, Antonio
Caballero, describe a Cisjordania “como un archipiélago de ghettos encerrados
por muros levantados por Israel y carreteras custodiadas por retenes militares
israelíes que sirven para comunicar las docenas de asentamientos de colonos
judíos instalados en tierra palestina y, a la vez, para incomunicar las
comunidades palestinas”[2]. El intelectual israelí Ilan Pappe también está de
acuerdo en que la política israelí busca converitr las comunidades palestinas
en ghettos físicamente separados[3]. La situación de los palestinos
que viven y trabajan en Israel no es mucho mejor: cientos han sido detenidos
desde que comenzó la ofensiva[4]; otros han sido víctimas de auténticos pogromos[5]
montados por israelíes recalcitrantes en contra de la población árabe que
disfruta, a golpes y escupitajos, las mieles de semejante “democracia”. En una
moderna versión de la eugenesia, grupos israelíes como Lehava y Hemla se
han formado para impedir que los judíos se mezclen con árabes y hasta reciben
financiamiento del Estado para mantener las “razas” separadas[6]. Israel
constantemente humilla, trata de despojar de dignidad a los palestinos y
desbordarlos con su supuesta omnipotencia militar, para que crean que la resistencia
es inútil. Pero la resistencia es el último bastión de la dignidad. La
resistencia palestina, por todos los medios, armada y desarmada, es la que
demuestra la humanidad que jamás los colonizadores sionistas lograrán arrebatar
a ese pueblo bravo.
Un general israelí, Moshe Dayan, alguna vez dijo que “Israel debe ser como un
perro rabioso, demasiado peligroso como para ser molestado”. Son verdaderamente
como perros hidrofóbicos: un soldado israelí escribía en su cuenta de facebook
“Hoy he matado a 13 niños palestinos” y luego lanzaba improperios en contra de
los musulmanes[7]. ¡Esos son los valores que se inculcan en esa “democracia
ejemplar”! –ejemplar según EEUU. Quienes se jactan, de manera cuestionable, de
ser la “única democracia del Medio Oriente”, paradójicamente, han declarado la
guerra al único gobierno democráticamente elegido en la región: el gobierno de Hamas en
Palestina, hoy confinado a Gaza por la fuerza militar y el colaboracionismo del
partido rival palestino, Fatah, puesto ilegalmente en el poder por Israel
y EEUU. Mientras, civiles israelíes se agrupan en los montes cercanos para
celebrar, con champaña y abrazos cada bomba que cae encima de Gaza[8]; otros
van a las protestas contra la guerra a cantar que “ya no necesitan escuelas en
Gaza porque no les dejaremos niños vivos”[9]. Desean la limpieza étnica, se les
inculca que ellos son los “elegidos” y que nadie más puede pisar ese suelo que
arrebataron a sangre y fuego en 1948. La bancarrota moral del Estado de Israel
es que lo único que mantiene unido a ese pueblo es el odio.
Unos 1400 palestinos han muerto en esta ofensiva y más del 70% de ellos no son
combatientes. Unos 300 son, de hecho, niños. Masacrados en medio del bombardeo,
la metralla, las bombas “inteligentes” y las de racimo, así como esa temible y
prohibida arma química, el fósforo blanco[10]. Un funcionario de Unicef
describe el panorama dantesco: "Niños son asesinados, heridos, mutilados,
quemados, además de estar totalmente horrorizados"[11]. Y la civilizada
Europa, como si nada. Miles se manifiestan en las calles en solidaridad con
Palestina y los gobernantes europeos, cruzados de brazos, asisten al genocidio
sin inmutarse. Navi Pillay, alta comisionada de Derechos Humanos para la ONU ha
expresado que los ataques contra viviendas, escuelas y hospitales, así como
todas las violaciones contra el Derecho Internacional Humanitario de Israel,
han sido totalmente deliberados. ¿Acaso no? El perro rabioso y peligroso del
Medio Oriente tiene un amo que lo protege de quien sea. De no ser por la
protección incondicional de EEUU y de la Unión Europea, Israel no sería capaz
de hacer una décima parte de las atrocidades que realiza impunemente. EEUU,
mientras tanto, sigue enviando municiones y cargas de mortero para alimentar
esta masacre[12].
Benjamín Netanyahu dijo que el ejército está dispuesto a llegar hasta el final
en esta operación[13]. Oficialmente, el “final” significa acabar con los
túneles mediante los cuales los prisioneros del ghetto de Gaza pueden
obtener alimentos, medicinas y todas esas cosas que les están vedadas por el
bloqueo medieval que sufren por parte de Israel, con el respaldo europeo,
norteamericano y egipcio. Significa cortar las venas con las cuales Gaza aún
puede palpitar, estable en su gravedad, y acelerar la muerte lenta de esta
comunidad de cerca de dos millones de seres humanos por hambre, por enfermedad,
por sed. Parece que Israel está tomándose muy en serio la aplicación de la
“Solución Final” al “problema palestino”. La Parlamentaria del partido “Hogar
Judío”, Ayelet Shaked llamaba abiertamente al genocidio y la limpieza étnica,
al incitar a los soldados a asesinar a las madres palestinas para que no
siguieran reproduciendo víboras[14]. En su método de opresión a los palestinos,
Israel se asemeja cada día más a la bestia nazi-fascista. Como en la “Granja de
los Animales”, al final, cuando miremos a la opresión sionista y a la opresión
fascista, con la perspectiva histórica, resultará imposible distinguir la una
de la otra.
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