El pasado 9 de julio fue presentado al Concejo de Medellín
el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) de la ciudad, el cual promueve el
desarrollo urbano desde una perspectiva de progreso arquitectónico que,
constantemente, se olvida de integrar la realidad social que existe en el
territorio.
Ante esto, el Concejo se ha preocupado en agregar que dicho
POT no busca una ciudad viable, ya que no tiene en cuenta parámetros
fundamentales como la inclusión social desde el mejoramiento de las
comunidades, sino desde la construcción de estructuras y megaproyectos que no
solventan las necesidades de los sectores más pobres y vulnerables. Todo esto
no solo evidencia una dificultad para concretar lo que significa el desarrollo
urbano en cuanto a la calidad de vida de todos los grupos humanos que hacen parte
de un territorio, sino un modus operandi de la inversión social focalizada en
un despliegue estético que está aumentando, considerablemente, la desigualdad
en la ciudad.
El Consejo Territorial de Planeación (CTP), encargado dar su concepto sobre la
propuesta, ha omitido alguna información frente a la participación real de la
población en la construcción y aceptación del POT, lo que supone, desde ya, un
vacío de fondo y de forma, pues el mismo plan se sustenta en argumentos como
“(El POT busca) una ciudad segura, innovadora, e incluyente, para hacer del
presente y el futuro de Medellín, un territorio para la vida. Este proyecto de
futuro es una visión de largo plazo, estratégica, participativa y consensuada y
con liderazgo compartido de diversos sectores de la sociedad. No es un plan que
define el estado, sino un esfuerzo político y técnico de toda la sociedad,
pensando de manera colectiva qué va hacer con su ciudad”, palabras que, a todas
vistas, son una circunstancia meramente formal y no un objetivo dentro de la
planeación de Medellín.
Si este plan de desarrollo urbano es solo un instrumento que busca garantizar
el ordenamiento del territorio físico, municipal, de acuerdo a estrategias,
programas y políticas de orden público, vale la pena preguntar, y preguntarse,
el porqué falta socialización, pertinencia y claridad con los ciudadanos frente
a lo que es la ciudad desde una perspectiva administrativa y social. Sin
mencionar las continuas e importantes confrontaciones de varias comunidades con
este modelo urbanístico ambivalente y, sospechosamente, discreto en el que,
según sus componentes, debe haber un elemento urbano y un elemento rural,
independientes y autónomos, que permitan la interacción constante entre
el casco urbano y los asentamientos rurales, circunstancia que, por demás, es
una de las grandes falencias del POT.
El Área Metropolitana y Corantioquia, han manifestado la urgencia de contratar
un estudio aparte del POT en el que pueda retomarse su construcción como parte
de la ciudadanía y, en este sentido, rectificar errores de fondo, sin embargo,
esto tardaría mucho más tiempo del estipulado por la administración para que el
Concejo de Medellín apruebe o desapruebe dicho plan. Cabe, entonces, preguntar
aquí ¿quiénes y cómo se están pensando la ciudad? Y para quiénes y cómo se está
construyendo o destruyendo.
En la ciudad son pocos los habitantes que saben y conocen el POT, por ello,
cada vez es más apremiante que este proyecto de ciudad cumpla con el acuerdo de
integrar a la ciudadanía en las decisiones que están transformando a Medellín
y, al mismo tiempo, imponiendo un modelo de desarrollo urbano desigual e
interesado.
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