El 9 de agosto en Ferguson del estado de Missouri, Michael
Brown, un joven negro de 18 años, fue asesinado por la policía a pesar de estar
desarmado, y de levantar las manos cuando era detenido. Brown estaba
en camino a visitar su abuela con un amigo, la policía los detuvo cuando
estos caminaban por la calle. El encuentro intensificó cuando Brown se resistió
a ser detenido, e ingresar dentro del auto policial. Como trataban escaparse,
la policía disparó a los jóvenes en repetidas ocasiones hasta dar
con Brown. Su amigo, Dorian Johnson, dice que la policía continuó
disparando aún después de que se dieran vuelta con sus manos levantadas. En los
días que siguieron, una multitud de gente se reunió en protesta dónde
Brown fue asesinado, y la manifestación se extendió por varias partes de
la ciudad durante el fin de semana. Hoy 16 de agosto, el
gobernador de Missouri, Jay Nixon, ordenó el estado de emergencia e implementó
un toque de queda en la ciudad de Ferguson para frenar las manifestaciones en
repudio al asesinato del joven. Siendo criticado en el mismo momento en
que se presentaba ante la prensa, donde se escucho el grito de
“Queremos justicia”. Hasta unos momentos, los manifestantes aseguraron no
respetar el toque de queda.
La primera fotografía de Brown utilizada para reportar su
muerte lo mostraba en la graduación de su escuela. Poco después comenzó a
circular otra imagen, donde aparece vistiendo una camisa deportiva y haciendo
un signo con sus manos, para asociarlo con estereotipos violentos.
A través de las reacciones populares, la prensa
ha a tergiversado los hechos, apuntando que las manifestaciones se
trata de negros/as que representan un peligro para
la sociedad. Este esfuerzo de las autoridades y los medios de
manipular los acontecimientos, es para quitar la legitimidad de
los llamados por el “fin de la violencia hacia jóvenes negros/as”, y la
vigilancia de sus comunidades, que se explican en
gran parte, por legado histórico del racismo en los EE.UU. De
igual forma, se trata de silenciar las voces del pueblo más
marginado, que bajo la acción directa, ha tenido la potencialidad política
de acrecentar las divisiones de la clase trabajadora estadounidense.
Queda claro que esta oleada de protestas, refleja las luchas cotidianas
que han alcanzado su punto máximo hasta este momento. En varias
ciudades manifestantes han demostrado su solidaridad levantando las manos, en
alusión al gesto de inocencia de Michael Brown antes de ser asesinado, y
de los negros/as en general, que viven a diario los golpes mas duros del
neoliberalismo: viviendas precarias, recortes a los presupuestos de
bienestar y educación pública, aumento en la presencia de la policía, el
crecimiento de cárceles, sueldos bajos, entre otros. Todo esto
representa un problema de fondo: un sistema que a pesar de haber cambiado
su forma, continúa a explotando, marginando y oprimiendo.
La cuestión que afrontamos hoy, es como
las movilizaciones de las comunidades negras pueden desarrollarse en un
proyecto más amplio, para recuperar sus barrios, proteger sus hijos y
hijas, expulsar la policía y eliminar las raíces históricas de la
supremacía blanca. En el proceso, surge la siguiente interrogante; ¿Cómo
podemos construir y fortalecer organizaciones sociales para combatir
la violencia del Estado, que de paso, fomente el desarrollo del poder
popular? Tenemos que construir un movimiento que pueda sobrevivir y
crecer más allá de este momento que vivimos, devolviendo el poder
a las manos del pueblo.
¡Mike Brown vive, la lucha sigue!
por Lucía Angela Bambace
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