Nos reunimos en medio de esculturas gigantes elaboradas con
flores, que simbolizan el orgullo y la identidad de una cultura que ha
traicionado históricamente a las mujeres, por conservadora, misógina, racista,
colonialista y acumuladora. Nos ponemos de pie vestidas de negro, portando
claveles rojos y simbolizando heridas mortales en nuestro cuerpo; para decir
que el jardín de flores que se ha impuesto como maquillaje en la ciudad, es una
trampa más del poder, para ocultar la violencia feminicida, el control militar,
el despojo, el desplazamiento y el empobrecimiento; que destruye comunidades y
las mantiene en silencio y el miedo.
Comunidades donde la vida de las mujeres en lo cotidiano
esta marcada por las violencias, el control de sus cuerpos, la explotación
sexual, la maternidad forzada, el trabajo precario y la ausencia de
alternativas radicales para sobrevivir a la desposesión y a la primacía del
poder patriarcal.
“La cultura moldea nuestras creencias. Percibimos la versión
de la realidad que ella comunica. Paradigmas dominantes, conceptos predefinidos
que existen como incuestionables, imposibles de desafiar, nos son transmitidos
a través de la cultura. La cultura la hacen aquellos en el poder –hombres. Los
varones hacen las reglas y las leyes; las mujeres las transmiten”. Gloria Alzandua, lesbiana feministas, chicana, activista,
escritora
La violencia feminicida en Medellín y Antioquia es violencia
de Estado.
En la ciudad de todos por la vida, las mujeres sobrevivimos.
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