Las dos grandes realidades son la Sociedad y la Naturaleza.
La Religión, con la Moral y la Iglesia como consecuencias principales, y el
Estado, con la Ley y el Gobierno como resultantes más inmediatos, son las dos
abstracciones esenciales que una parte de los hombres ha convertido en
eficacísimos medios de oprimir y expoliar al resto de sus semejantes.
No cabe el evadirse a la Naturaleza, cuyas condiciones de
relación con la Humanidad hay que conocer y observar estrictamente, si no se
quiere ser aplastado por los hechos naturales al seguir éstos su curso lógico.
El hombre que quisiera rebelarse al acto natural e imperativo de comer, moriría.
El hombre que intentara rebelarse al acto imperativo, natural, de morir, no
moriría menos. Hay, pues, que estudiar la Naturaleza, dominar sus secretos y
amoldarnos a su modo de ser y a sus manifestaciones, procurando siempre extraer
de ellas lo que de mejor haya para nosotros.
Respecto al mundo desconocido, a lo irreal y a lo
misterioso, hay que prescindir de ello totalmente, limitándonos al examen de lo
que vemos, palpamos y podemos comprender, y contemplando todas las cosas con el
ánimo exento de prejuicios para poder formar una idea exacta y natural, no
convencional e ilógica, de ellas. Quien, por ejemplo, comenzase a hacer
estudios espíritas, llevando la convicción previa de que los espíritus existen,
no podrá nunca llegar a la verdad, pues cualquier indicio que encuentre lo
considerará afirmativo, mientras que el no encontrar indicio alguno no
debilitará en nada una fe que ya vibraba a priori sin necesidad de comprobación
ninguna.
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