por Pablo Montoya*
*Escritor y profesor de la Universidad de Antioquia. Coordina la campaña SOS por el aire desde el ámbito de las universidades que conforman el G8 en Medellín.
Basta ya, señores políticos y señores empresarios, de
mentiras y maniobras desvergonzadas. Una ciudad jamás podrá ser la más
innovadora cuando no es capaz de garantizarles a sus ciudadanos un aire limpio.
Por segunda vez, Medellín y su zona metropolitana se han
declarado en emergencia ambiental. Y nuevamente sus autoridades políticas toman
medidas urgentes pero que no resuelven, en absoluto, la putrefacción
atmosférica que padecemos. Una vez más han desatendido, con desdén necio, las
propuestas de los ambientalistas y los informes de los salubristas.
Las medidas de este año, como las del año pasado, son a
corto plazo y no tienen mayor eficacia para el futuro. Carecen del verdadero
carácter preventivo que urgimos. Son medidas aferradas, en particular, al pico
y placa. Pero ya sabemos que el sentido de esta medida ha sido aumentar las
ventas de los carros y las motos. El pico y placa, digámoslo de una vez, es la
ilusión mezquina de quienes venden carros y motos. Y son medidas falaces, estas
que toman las autoridades políticas de la zona metropolitana del Valle de
Aburrá, porque no confrontan con beligerancia, valentía e inteligencia el
protagonista más nefasto en la incrementación de la crisis:
el lobby automotriz, el lobby constructor y
el lobby industrial. A los cuales habría que añadir el tipo de
combustible, sucio y por supuesto costoso, que suministran los petroleros. Los
dueños de tales lobbies, ante nuestros ojos estupefactos, se han
pavoneado por Medellín y sus municipios limítrofes con un frenesí productivo
espurio que nadie hasta el momento ha cuestionado y controlado.
Nuestro crecimiento urbanístico ha sido de proporciones tan
desordenadas e improvisadas que le quitarían el aire a cualquier ciudadano
cuerdo, pero le hacen pasar la lengua por la boca a quien es ávido del dinero.
En otra región, civilizada y justa, hace tiempo que los desmesurados frutos
económicos de esos lobbies estarían discutidos, investigados y
sancionados. Solo aquí, en estas geografías plagadas de mafias impúdicas, son
celebrados, aplaudidos y condecorados.
Estas autoridades nuestras, que no paran de auto alabarse
con un grotesco sentido del narcisismo por sus viciados logros sociales que
ellos, por lo demás, ponen en el cielo, son cínicas hasta el marasmo. Mandan a
la ciudadanía a usar el transporte público en medio de la crisis cuando este es
claramente insuficiente. Imponen el pico y placa de un momento a otro lanzando
así a miles de personas a la incertidumbre laboral. Manipulan la información de
los datos contaminantes y, por ende, no cumplen con el mayor deber ético de una
autoridad política: mantener informada a la ciudadanía de los trastornos que
sufren. Exigen comportamientos ecológicos cuando no invierten en verdaderas
campañas de concientización ambiental. Les dicen a los ciudadanos que usen la bicicleta
y la ciudad brilla por la ausencia de un circuito eficiente para este tipo de
vehículos. Y son, para terminar este prontuario que es más largo de lo que
ellos creen, tan insoportablemente autistas que nos siguen diciendo que lo de
ellos, con su mediciones dadas en lugares no estratégicos, con sus mapitas
tridimensionales, sus cifras y estadísticas varias y su señalamiento continuo a
la angostura del valle-hueco en que vivimos, es transparente y de alta calidad
profesional.
¡Basta ya, señores políticos y señores empresarios, de
mentiras y maniobras desvergonzadas¡ Estamos hasta el coronilla de su
contubernio tenebroso. Ya es más que evidente que la ciudad diseñada y regida
por ustedes está llena de fallas. Por todas partes por donde se le mire el tal
equilibrio alcanzado es solo apariencia. Y si este ha existido está fundado en
negociaciones turbias. Una ciudad no puede ser la más educada cuando en su seno
hay terribles desigualdades sociales, bandas narco paramilitares por doquier y
cuando su juventud vive enlodada en la prostitución y la droga. Una ciudad
jamás podrá ser la más innovadora cuando no es capaz de garantizarles a sus
ciudadanos un aire limpio. Porque la principal grieta, la que nos muestra hoy
ante el país y el mundo como una ciudad fallida, es esta crisis ambiental.
Ustedes, es necesario decirlo sin ninguna vacilación, son los mayores
responsables de tener ahora el peor aire de Colombia y uno de los más
asquerosos del planeta. Y no sigan diciendo, por favor, que todos somos
igualmente responsables.
Un alcalde como el que tenemos ahora, que es más una
marioneta que otra cosa, o un alto empresario del lobby automotriz
con propiedades lujosas en Miami, no tiene la misma responsabilidad en esto que
cualquier ciudadano de a pie. No, señores, no sean descarados. Hay jerarquías
en la responsabilidad de este tipo de crisis. Y ustedes se llevan holgadamente
el primer lugar de este vergonzoso equívoco. Son ustedes, con su avaricia
financiera y su corrupción obscena, los máximos responsables de que Medellín y
la zona metropolitana esté así: atafagada de carros y motos e industrias. Son
ustedes y, por supuesto, sus antecesores, los responsables mayores de que
Medellín haya llegado a este punto deplorable. Es hora de que todos quienes
conformamos la sociedad civil protestemos con fuerza y exijamos medidas no para
satisfacer la angurria de los poderosos, sino las necesidades vitales de los
ciudadanos. Y esta, la de tener derecho a un aire sano, es la más urgente
ahora.
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