domingo, 26 de marzo de 2017

¡TENEMOS DERECHO A UN AIRE LIMPIO!

por Pablo Montoya*
*Escritor y profesor de la Universidad de Antioquia. Coordina la campaña SOS por el aire desde el ámbito de las universidades que conforman el G8 en Medellín.


Basta ya, señores políticos y señores empresarios, de mentiras y maniobras desvergonzadas. Una ciudad jamás podrá ser la más innovadora cuando no es capaz de garantizarles a sus ciudadanos un aire limpio.

Por segunda vez, Medellín y su zona metropolitana se han declarado en emergencia ambiental. Y nuevamente sus autoridades políticas toman medidas urgentes pero que no resuelven, en absoluto, la putrefacción atmosférica que padecemos. Una vez más han desatendido, con desdén necio, las propuestas de los ambientalistas y los informes de los salubristas.


Las medidas de este año, como las del año pasado, son a corto plazo y no tienen mayor eficacia para el futuro. Carecen del verdadero carácter preventivo que urgimos. Son medidas aferradas, en particular, al pico y placa. Pero ya sabemos que el sentido de esta medida ha sido aumentar las ventas de los carros y las motos. El pico y placa, digámoslo de una vez, es la ilusión mezquina de quienes venden carros y motos. Y son medidas falaces, estas que toman las autoridades políticas de la zona metropolitana del Valle de Aburrá, porque no confrontan con beligerancia, valentía e inteligencia el protagonista más nefasto en la incrementación de la crisis: el lobby automotriz, el lobby constructor y el lobby industrial. A los cuales habría que añadir el tipo de combustible, sucio y por supuesto costoso, que suministran los petroleros. Los dueños de tales lobbies, ante nuestros ojos estupefactos, se han pavoneado por Medellín y sus municipios limítrofes con un frenesí productivo espurio que nadie hasta el momento ha cuestionado y controlado.

Nuestro crecimiento urbanístico ha sido de proporciones tan desordenadas e improvisadas que le quitarían el aire a cualquier ciudadano cuerdo, pero le hacen pasar la lengua por la boca a quien es ávido del dinero. En otra región, civilizada y justa, hace tiempo que los desmesurados frutos económicos de esos lobbies estarían discutidos, investigados y sancionados. Solo aquí, en estas geografías plagadas de mafias impúdicas, son celebrados, aplaudidos y condecorados.

Estas autoridades nuestras, que no paran de auto alabarse con un grotesco sentido del narcisismo por sus viciados logros sociales que ellos, por lo demás, ponen en el cielo, son cínicas hasta el marasmo. Mandan a la ciudadanía a usar el transporte público en medio de la crisis cuando este es claramente insuficiente. Imponen el pico y placa de un momento a otro lanzando así a miles de personas a la incertidumbre laboral. Manipulan la información de los datos contaminantes y, por ende, no cumplen con el mayor deber ético de una autoridad política: mantener informada a la ciudadanía de los trastornos que sufren. Exigen comportamientos ecológicos cuando no invierten en verdaderas campañas de concientización ambiental. Les dicen a los ciudadanos que usen la bicicleta y la ciudad brilla por la ausencia de un circuito eficiente para este tipo de vehículos. Y son, para terminar este prontuario que es más largo de lo que ellos creen, tan insoportablemente autistas que nos siguen diciendo que lo de ellos, con su mediciones dadas en lugares no estratégicos, con sus mapitas tridimensionales, sus cifras y estadísticas varias y su señalamiento continuo a la angostura del valle-hueco en que vivimos, es transparente y de alta calidad profesional.

¡Basta ya, señores políticos y señores empresarios, de mentiras y maniobras desvergonzadas¡ Estamos hasta el coronilla de su contubernio tenebroso. Ya es más que evidente que la ciudad diseñada y regida por ustedes está llena de fallas. Por todas partes por donde se le mire el tal equilibrio alcanzado es solo apariencia. Y si este ha existido está fundado en negociaciones turbias. Una ciudad no puede ser la más educada cuando en su seno hay terribles desigualdades sociales, bandas narco paramilitares por doquier y cuando su juventud vive enlodada en la prostitución y la droga. Una ciudad jamás podrá ser la más innovadora cuando no es capaz de garantizarles a sus ciudadanos un aire limpio. Porque la principal grieta, la que nos muestra hoy ante el país y el mundo como una ciudad fallida, es esta crisis ambiental. Ustedes, es necesario decirlo sin ninguna vacilación, son los mayores responsables de tener ahora el peor aire de Colombia y uno de los más asquerosos del planeta. Y no sigan diciendo, por favor, que todos somos igualmente responsables.


Un alcalde como el que tenemos ahora, que es más una marioneta que otra cosa, o un alto empresario del lobby automotriz con propiedades lujosas en Miami, no tiene la misma responsabilidad en esto que cualquier ciudadano de a pie. No, señores, no sean descarados. Hay jerarquías en la responsabilidad de este tipo de crisis. Y ustedes se llevan holgadamente el primer lugar de este vergonzoso equívoco. Son ustedes, con su avaricia financiera y su corrupción obscena, los máximos responsables de que Medellín y la zona metropolitana esté así: atafagada de carros y motos e industrias. Son ustedes y, por supuesto, sus antecesores, los responsables mayores de que Medellín haya llegado a este punto deplorable. Es hora de que todos quienes conformamos la sociedad civil protestemos con fuerza y exijamos medidas no para satisfacer la angurria de los poderosos, sino las necesidades vitales de los ciudadanos. Y esta, la de tener derecho a un aire sano, es la más urgente ahora.

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