lunes, 13 de marzo de 2017

Medios de comunicación: Frente de lucha contra el extractivismo y por la preservación del ambiente

Vivimos hoy en la era más explosiva del desarrollo de infraestructura en la historia humana. Para mitad del siglo, la tasa sin precedentes de construcción de autopistas, presas, minas y plantas de energía; junto con el crecimiento de las ciudades, tejerá el mundo de hormigón. Supuestamente, esa ráfaga de actividad mejorará las vidas de millones de personas. Sin embargo, todo esto está llegando a expensas de un precio terrible para el mundo natural, en tanto perdemos selvas, estuarios, humedales, fauna e indígenas. A lo largo de las pasadas décadas, una tremenda ola de de desarrollo en infraestructura —y daño ambiental— que alguna vez dominó primordialmente los paisajes europeos y estadounidenses, ha arrasado a través de África, Asia y Latinoamérica. Y junto a ella han llegado campañas ambientales transnacionales con la determinación de minimizar el daño, proteger el hábitat y apoyar a los indígenas. Estos campañistas ambientales —típicamente superados tanto en artillería como en fondos por los desarrolladores corporativos— han trabajado diligentemente para eliminar proyectos potencialmente riesgosos o mitigar sus efectos negativos. 

Una estrecha relación con los medios de comunicación ha sido capital para las campañas más exitosas de defensa ambiental. ¿Pero qué tan importante ha sido el rol de estos medios? “Los medios de comunicación son esenciales para ‘correr la voz’ en cuanto a la infraestructura mal considerada —son la conexión clave entre los científicos que estudian estas cuestiones, quienes toman las decisiones y el público en general”, le dijo a Mongabay Bill Laurance, un distinguido profesor de investigación de la Universidad de James Cook, en Australia. “Con muchísima frecuencia los científicos esencialmente son ignorados por quienes proponen los proyectos y toman las decisiones, pero es mucho más difícil para ellos hacer algo, así que los medios pueden poner el reflector sobre un proyecto y mostrar por qué ambiental, económica y socialmente es una mala idea.

El megáfono mediático en acción

Laurance habla de su experiencia: ofreció cientos de entrevistas a medios de comunicación para ayudar a hacer públicos los potenciales costos ambientales en la Amazonía brasileña del proyecto Avança Brasil —una inversión propuesta por el gobierno de 40 mil millones de dólares entre el 2000 y el 2020 en una “avalancha” de nuevas carreteras, presas, líneas de energía, de gas y más infraestructura que habría entrecruzado la Amazonía brasileña y la habría abierto para ulterior explotación y urbanización. “Esto se volvió una enorme controversia tanto en Brasil como internacionalmente, y finalmente el gobierno se vio forzado a llevar a cabo una gran revisión interministerial que recomendó la cancelación de algunos de los proyectos más peligrosos”, dijo Laurance. Señaló otros proyectos recientemente cancelados, como la red de carreteras Ladia Galaska, en Sumatra, y la autopista Serengueti, en Tanzania —proyectos ambientalmente dañinos en los que cree que los medios jugaron un papel crucial en la educación del público.

John Reid, fundador del Conservation Strategy Fund, está de acuerdo en que los periodistas están en una posición única que los vuelve “claves” en las campañas exitosas contra los proyectos defectuosos de infraestructura. “Ni los defensores del medio ambiente, ni los científicos independientes ni los analistas tienen los millones de dólares que pueden desplegar los desarrolladores de los proyectos para sustentar sus proyectos con estudios. Sacarle la verdad a un amplio espectro de contribuyentes, consumidores de electricidad, legisladores y gente potencialmente impactada, es algo que solo los medios de comunicación pueden hacer”. La evidencia de tal éxito, señaló, se ha visto clara en relación a cierto número de proyectos, incluyendo la expansión del Canal de Panamá, la carretera BR-319, en Brasil, y la presa Bala en Bolivia. “Los medios de comunicación con frecuencia alertan al público de que estos proyectos están sucediendo. Y más allá de eso, hacen que los científicos, economistas y activistas independientes sean escuchados”, dijo Reid.

La fuerza imparable de la infraestructura

La necesidad de una mayor conciencia del público respecto a grandes proyectos de infraestructura ambientalmente riesgosos nunca ha sido tan grande. Más de 25 millones de kilómetros de carreteras nuevas han sido proyectadas a lo ancho y largo del planeta para el 2050, lo suficiente para darle la vuelta al mundo más de 600 veces. Nueve de diez serán construidas en países en desarrollo, y muchas en regiones con biodiversidad excepcional y ecosistemas protegidos. Es igualmente pasmosa la proliferación de los proyectos de presas propuestos en sitios claves de biodiversidad global. Por ejemplo, los planes actuales llaman a rebalsar cinco de los seis más grandes afluentes andinos que alimentan el río Amazonas, con más de 150 proyectos hidroeléctricos nuevos anunciados para su construcción en los próximos 20 años. Al otro lado del mundo, al menos 27 represas están planeadas para el afluente principal del río Mekong. Muchas de estas presas propuestas están siendo construidas para producir electricidad para proyectos mineros gigantescos. El hambre insaciable de los países más desarrollados por oro, escasos elementos terrestres, diamantes, zinc, acero y bronce han resultado en una carrera para minar los últimos lugares salvajes del mundo. La propuesta Arco Minero del Orinoco, en Venezuela, por ejemplo, impactaría casi 112 000 kilómetros cuadrados de territorio salvaje, gran parte del cual está constituido por selva.

Como en el pasado, esta marejada de construcción está siendo respaldada fuertemente por los gobiernos nacionales, beneficiando la industria y a los inversionistas extranjeros, frecuentemente al costo de los indígenas, las comunidades rurales y el hábitat. Pero muchos conservacionistas esperan ser capaces de mitigar el daño de los proyectos desacertados, o incluso de verlos cancelados —y los medios serán importantes para esos objetivos. De hecho, existen precedentes para tales esperanzas: históricamente la cobertura mediática ha jugado una parte clave para frenar algunos de los proyectos internacionales de megainfraestructura más ambiciosos.

A mediados de 1980, por primera vez el Banco Mundial detuvo los pagos de un préstamo debido a cuestiones ambientales y amenazas a poblaciones indígenas. El proyecto Polonoreste, de 1.5 mil millones de dólares, con inversionistas financiando una gran campaña de publicidad proautopistas para que la gente subiera a bordo del proyecto, había previsto pavimentar 1500 kilómetros de camino a través del corazón de la cuenca amazónica. Sin embargo, con la exposición de los medios agregándole poder a las protestas y realzando los riesgos que suponía el proyecto, esa campaña se encontró frente a una barrera de intensas críticas internacionales y locales de los grupos ambientales e indígenas. En marzo de 1985 el banco suspendió la financiación. “En la mayoría de los casos, la atención de los medios es lo que amplifica la consternación ciudadana respecto al proyecto”, le dijo Susan Park a Mongabay. Park, profesora asociada de Relaciones Internacionales de la Universidad de Sídney, autora de un libro acerca de las interacciones del Banco Mundial con los ambientalistas, señala particularmente unos reportajes de investigación en el New York Times y en 60 Minutes que mostraban cómo el banco estaba financiando la destrucción del Amazonas. Ella destaca la mala publicidad como un factor de gran importancia en el retiro de los fondos.

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