Vivimos hoy en la era más explosiva del desarrollo de
infraestructura en la historia humana. Para mitad del siglo, la tasa sin
precedentes de construcción de autopistas, presas, minas y plantas de energía;
junto con el crecimiento de las ciudades, tejerá el mundo de hormigón.
Supuestamente, esa ráfaga de actividad mejorará las vidas de millones de
personas. Sin embargo, todo esto está llegando a expensas de un precio terrible
para el mundo natural, en tanto perdemos selvas, estuarios, humedales, fauna e
indígenas. A lo largo de las pasadas décadas, una tremenda ola de de desarrollo
en infraestructura —y daño ambiental— que alguna vez dominó primordialmente los
paisajes europeos y estadounidenses, ha arrasado a través de África, Asia y
Latinoamérica. Y junto a ella han llegado campañas ambientales transnacionales
con la determinación de minimizar el daño, proteger el hábitat y apoyar a los
indígenas. Estos campañistas ambientales —típicamente superados tanto en
artillería como en fondos por los desarrolladores corporativos— han trabajado
diligentemente para eliminar proyectos potencialmente riesgosos o mitigar sus
efectos negativos.
El megáfono mediático en acción
Laurance habla de su experiencia: ofreció cientos de entrevistas a medios de
comunicación para ayudar a hacer públicos los potenciales costos ambientales en
la Amazonía brasileña del proyecto Avança Brasil —una inversión propuesta por
el gobierno de 40 mil millones de dólares entre el 2000 y el 2020 en una
“avalancha” de nuevas carreteras, presas, líneas de energía, de gas y más
infraestructura que habría entrecruzado la Amazonía brasileña y la habría
abierto para ulterior explotación y urbanización. “Esto se volvió una enorme
controversia tanto en Brasil como internacionalmente, y finalmente el gobierno
se vio forzado a llevar a cabo una gran revisión interministerial que recomendó
la cancelación de algunos de los proyectos más peligrosos”, dijo Laurance.
Señaló otros proyectos recientemente cancelados, como la red de carreteras
Ladia Galaska, en Sumatra, y la autopista Serengueti, en Tanzania —proyectos
ambientalmente dañinos en los que cree que los medios jugaron un papel crucial
en la educación del público.
John Reid, fundador del Conservation Strategy Fund, está de acuerdo en que los
periodistas están en una posición única que los vuelve “claves” en las campañas
exitosas contra los proyectos defectuosos de infraestructura. “Ni los
defensores del medio ambiente, ni los científicos independientes ni los
analistas tienen los millones de dólares que pueden desplegar los
desarrolladores de los proyectos para sustentar sus proyectos con estudios.
Sacarle la verdad a un amplio espectro de contribuyentes, consumidores de
electricidad, legisladores y gente potencialmente impactada, es algo que solo
los medios de comunicación pueden hacer”. La evidencia de tal éxito, señaló, se
ha visto clara en relación a cierto número de proyectos, incluyendo la
expansión del Canal de Panamá, la carretera BR-319, en Brasil, y la presa Bala
en Bolivia. “Los medios de comunicación con frecuencia alertan al público de
que estos proyectos están sucediendo. Y más allá de eso, hacen que los
científicos, economistas y activistas independientes sean escuchados”, dijo
Reid.
La fuerza imparable de la infraestructura
La necesidad de una mayor conciencia del público respecto a grandes proyectos
de infraestructura ambientalmente riesgosos nunca ha sido tan grande. Más de 25
millones de kilómetros de carreteras nuevas han sido proyectadas a lo ancho y
largo del planeta para el 2050, lo suficiente para darle la vuelta al mundo más
de 600 veces. Nueve de diez serán construidas en países en desarrollo, y muchas
en regiones con biodiversidad excepcional y ecosistemas protegidos. Es
igualmente pasmosa la proliferación de los proyectos de presas propuestos en
sitios claves de biodiversidad global. Por ejemplo, los planes actuales llaman
a rebalsar cinco de los seis más grandes afluentes andinos que alimentan el río
Amazonas, con más de 150 proyectos hidroeléctricos nuevos anunciados para su
construcción en los próximos 20 años. Al otro lado del mundo, al menos 27
represas están planeadas para el afluente principal del río Mekong. Muchas de
estas presas propuestas están siendo construidas para producir electricidad
para proyectos mineros gigantescos. El hambre insaciable de los países más
desarrollados por oro, escasos elementos terrestres, diamantes, zinc, acero y
bronce han resultado en una carrera para minar los últimos lugares salvajes del
mundo. La propuesta Arco Minero del Orinoco, en Venezuela, por ejemplo,
impactaría casi 112 000 kilómetros cuadrados de territorio salvaje, gran parte
del cual está constituido por selva.
Como en el pasado, esta marejada de construcción está siendo respaldada
fuertemente por los gobiernos nacionales, beneficiando la industria y a los
inversionistas extranjeros, frecuentemente al costo de los indígenas, las
comunidades rurales y el hábitat. Pero muchos conservacionistas esperan ser
capaces de mitigar el daño de los proyectos desacertados, o incluso de verlos
cancelados —y los medios serán importantes para esos objetivos. De hecho,
existen precedentes para tales esperanzas: históricamente la cobertura
mediática ha jugado una parte clave para frenar algunos de los proyectos
internacionales de megainfraestructura más ambiciosos.
A mediados de 1980, por primera vez el Banco Mundial detuvo los pagos de un
préstamo debido a cuestiones ambientales y amenazas a poblaciones indígenas. El
proyecto Polonoreste, de 1.5 mil millones de dólares, con inversionistas
financiando una gran campaña de publicidad proautopistas para que la gente
subiera a bordo del proyecto, había previsto pavimentar 1500 kilómetros de
camino a través del corazón de la cuenca amazónica. Sin embargo, con la
exposición de los medios agregándole poder a las protestas y realzando los
riesgos que suponía el proyecto, esa campaña se encontró frente a una barrera
de intensas críticas internacionales y locales de los grupos ambientales e
indígenas. En marzo de 1985 el banco suspendió la financiación. “En la mayoría
de los casos, la atención de los medios es lo que amplifica la consternación
ciudadana respecto al proyecto”, le dijo Susan Park a Mongabay. Park, profesora
asociada de Relaciones Internacionales de la Universidad de Sídney, autora de
un libro acerca de las interacciones del Banco Mundial con los ambientalistas,
señala particularmente unos reportajes de investigación en el New York Times y
en 60 Minutes que mostraban cómo el banco estaba financiando la destrucción del
Amazonas. Ella destaca la mala publicidad como un factor de gran importancia en
el retiro de los fondos.
SEGUIR LEYENDO: https://es.mongabay.com/2017/03/megafono-mediatico-ayuda-frenar-los-malos-proyectos-infraestructura/
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