La herencia de las luchas de las mujeres contra la
dominación del patriarcado contribuye a la definición del modelo socio político
actual. Su discurso y estrategias frente a ese sistema machista, injusto y
autoritario son fuente de las formas de resistencia y creación que hoy ponemos
en práctica. Aunque encontramos experiencias de rebeldía antipatriarcal en
cualquier momento histórico, desde hace más de tres siglos el feminismo, como
concepto aglutinador de perspectivas, proyecta su acervo más allá de un mero
movimiento social. No es una corriente, es un modo crítico de entender la
realidad.
El carácter poliédrico de la lucha por los derechos y
libertades de las mujeres, con distintos enfoques y puntos de incidencia, nos
invita a hablar de “los feminismos” en plural. Reconocemos así una condición
propositiva y trasformadora, en constante adecuación, que ha ido moldeando y
consolidando otros movimientos políticos. Los feminismos han propiciado
cambios que nos atraviesan como personas y como grupo, ayudándonos a superar
posicionamientos meramente ideológicos y poniendo en práctica el discurso. Ofrecen
una guía de cómo materializar valores como la solidaridad o la libertad en
actos cotidianos.
Esta tradición intelectual nos enseña que no podemos hablar
de “mujer” como
sujeto homogéneo. Ser conscientes de que nuestro conocimiento y perspectiva
vienen definidas por nuestro lugar en el mundo (etnia, clase social,
orientación sexual, lugar de origen, edad…) nos exige ser cautelosas a la hora
de estudiar esa categoría que la sociedad llama “mujer”.
Este concepto, limitante e insuficiente, se instrumentaliza para hacer
invisibles a las mujeres obreras, las indígenas, lesbianas, mujeres negras, a los
cuerpos disidentes y a tantas otras.
Esta visión crítica de nuestro propio discurso no supone,
sin embargo, renunciar a mirarnos a nosotras mismas como un colectivo oprimido.
Completar nuestro conocimiento con un análisis minucioso de esa sectorización y
diversidad de los feminismos nos ayudará a diseñar estrategias más
trasversales. Actualizar nuestras agendas feministas con esta nueva mirada
es el reto.
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