Por: Organización Fraternal Negra Hondureña, OFRANEH
La noche del pasado martes 14 de feberero, ardió el centro penal de Comayagua, con el deplorable resultado de más de 355 reos calcinados. Es la tercera ocasión que en menos de una década, pavorosos incendios acaban con la vida de centenares de prisioneros; muchos de ellos sin haber recibido sentencia alguna o consignados simplemente por el porte de tatuajes.
Los incendios de los penales de la Ceiba y San Pedro Sula durante el mandato del nacionalista Ricardo Maduro, no sirvieron de lección sobre el aberrante manejo de la justicia y sus presidios en Honduras. De nuevo se repite la historia, la que ahora parece aun más macabra, al filtrase las declaraciones de supuestos prófugos sobre una fuga programada en complicidad con las autoridades penales, y los señalamientos de vecinos de la granja penal, que sintieron un fuerte olor a gasolina proveniente del presidio.
La violencia en la cual se encuentra sumida el país no es gratuita. La reducida elite de poder es cómplice del secuestro de Honduras, claro que con el consabido apoyo de países cuyos intereses giran alrededor del saqueo de los denominados recursos naturales y humanos.
El golpe de estado del año 2009, sirvió de catalizador de las ignominias padecidas por pueblo el hondureño. Desafortunadamente las elecciones impuestas por el imperio y algunos países de la Unión Europea, sirvió para legitimar a los golpistas y el régimen heredero del proceso de defenestración de la democracia.
La putrefacción existente en los organismos de seguridad del estado, el robo de arsenales, el tráfico de armas desde Estados Unidos, la militarización de los carteles de la droga, las incontrolables maras (hij@s del neoliberalismo), son parte del coctel de la violencia que aplasta al pueblo hondureño.
De verificarse los rumores de participación de las autoridades penitenciarias en la provocación del siniestro, más allá de la abominable negligencia en relación a no haber permitido la entrada de los bomberos al recinto y de mantener bajo cerrojo las celdas, lo sucedido en Comayagua, se convertiría en una masacre premedita, lapidando de esta forma al ya de por sí fallecido sistema judicial de la actual república bananera.
El país entero se encuentra totalmente anonadado ante la masacre acontecida. Mientras tanto la actual administración permanece con la sonrisa permanente, y al estilo de la narrativa de George Orwell y su ministerio de la verdad, pretenden disfrazar las honduras en que nos encontramos sumergidos en materia de derechos humanos y la crisis económica por la que atraviesa el país. En el país todos somos prisioneros de un grupúsculo de energúmenos, especialistas algunos en represión y otros en disuasión. El laboratorio político en que se ha convertido el denominado triángulo de la muerte (Guatemala, Salvador y Honduras) le ha servido al imperio para crear un escenario de guerra, donde la inseguridad es utilizada por los medios de desinformación con el propósito de inculcarle al pueblo la supuesta necesidad de gobiernos de mano dura para erradicar la violencia.
Como ejemplo esta la elección como presidente de Guatemala, de Otto Pérez, conocido como el carnicero del pueblo Ixil. La pérdida de la memoria histórica del pueblo es un indicador grave de la incapacidad para solventar nuestras problemáticas y de paso para que algunos grupúsculos soliciten una intervención extranjera.
La violencia existente no es gratuita, es parte de un guión preparado y dirigido a larga distancia, con el fin macabro de incendiar a Honduras y prolongar la dominación.
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