Fueron desaparecidos y asesinados por ser jóvenes. Por ser
estudiantes, campesinos y pobres. El asesinato de 5 y desaparición de 43
estudiantes normalistas de la Escuela Normal Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa,
Guerrero, representa un acto salvaje de terrorismo de Estado contra
estudiantes que utilizan el recurso de la movilización bajo una conciencia de
lucha para transformar la condiciones socio-económicas del estudiantado pobre
en el espectro rural. Es decir, el blanco del Estado fueron estudiantes organizados.
La violencia en sí misma sobre los estudiantes normalistas
de Ayotzinapa representa un acto de terror y barbarie de clase. Pero la
preparación y ejecución que con toda saña se perpetro, con la complicidad de la
clase política y económica, deja ver el lado oscuro de la perversidad del poder
en México. Por supuesto, lo acontecido en Ayotzinapa no es un hecho accidental
propiciado por una crisis de seguridad pública, ni mucho menos representa el
debilitamiento de las instituciones de seguridad en México. De hecho dicha
afirmación representa una estrategia dilatoria que busca desviar la atención
social para crear un clima arbitrario de impunidad. Dicho argumento dilatorio y
pacificador busca amainar la rabia mediante "La opinión intelectual"
mediática. La afirmación de que quien asesinó y desapareció a los normalistas
fue el Narco es un recurso que forma parte del plan en la aplicación del terror
por parte del Estado. Finalmente es fumigación mediática de los medios de
comunicación oficiales que pretende anestesiar el crecimiento de la rabia digna
sobre los hechos lamentables de Ayotzinapa, por tanto es un discurso
ficticio.
Lo único real ahora es el dolor y el llanto que nos lleva al
estadio de digna rabia de la que nos hermanamos los de abajo. El hecho nos lleva
de las lágrimas al entusiasmo de rabia colectiva.
Resulta significativo destacar que en los cargos de
administraciones públicas de las que ha participado Enrique Peña Nieto no es el
primer hecho donde se aplica el terror de Estado ya que los acontecimientos de
San Salvador Atenco en mayo del 2006, cuando éste fungía como gobernador del
Estado de México, mereció la denuncia de organismos nacionales e
internacionales de derechos humanos. En Atenco Peña Nieto aplicó terrorismo de
Estado mediante el uso de la tortura, el asesinato y la violencia sexual como
dispositivo de tortura.
El 26 de septiembre en Ayotzinapa, en los acontecimientos
perpetrados por el Estado resulta clave la declaración de un militar del
batallón de Infantería Nro. 27, que depende de la 35 Zona Militar (que dicho
sea de paso se encuentra a escasos kilómetros de donde se registraron los
hechos), cuando éste (el militar) advertía a estudiantes detenidos (dos horas
antes del segundo ataque): "denos sus nombres reales, porque si nos dan
sus nombres falsos nunca los van a encontrar" (sic)[2]. Dicha declaración
del efectivo militar, en el operativo contra los normalistas, pone en evidencia
la consigna de los altos mandos militares. En el mismo tenor, la exhibición
mediática del estudiante desollado no resulta una casualidad, representa el
efecto perverso del discurso de muerte de la clase política y económica que se
expresa en el terror de Estado.
El ex-presidente municipal de Iguala, Guerrero, (quién en
algún momento fuera abanderado por el PRD) hoy resulta el personaje incómodo.
Igual se le mira sonriente y abrazado con Peña Nieto como con Obrador o
Mancera, para luego después y de forma desesperada se busca convencer que el
abrazo fue ocasional o que sólo le vieron 3 veces. Finalmente el rostro de la
clase política es un rostro lleno de Abarca, es decir de muerte. Abarca,
el hombre miserable, no es sino el paladín de algo que se esconde y apenas se
observa: El terror de Estado.
La violencia sistematizada y de clase perpetrada por el
gobierno de Peña Nieto tiene como base el odio, y se expresa grotescamente con
la figura de Fosa humana y tiene como objetivo el control social a cualquier
costa. Enzesberguer, en su trabajo de perspectiva de guerra civil, nos reafirma
que: "el ser humano es el único primate que se dedica a matar a sus
congéneres de forma sistemática a gran escala y con entusiasmo". Peña
Nieto, en ése sentido, resulta un primate asesino en serie, que por medio del
horror reprimió, torturó y asesinó a los pobladores de San Salvador Atenco y
ahora lo hace con los Normalistas de Ayotzinapa en Guerrero. Lo ha ejecutado
sistemáticamente con entusiasmo y odio hacia pobres que fungen como opositores
a su régimen de gobierno.
Tras lo acontecido en Ayotzinapa Guerrero, al Dr. Mireles le
asiste la razón: (…) El pueblo mexicano tiene dos caminos, la fosa o la
autodefensa.
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