Miramos hacia un lado y vemos las miserias de un mundo en
descomposición: pobreza, hambrunas, destrucción del territorio…, miramos hacia
otro y vemos las miserias de un modelo económico que nos explota y humilla a
diario: paro, desahucios…, con optimismo ya vemos incluso cómo nos roban
nuestro tiempo a cambio de un salario cada vez menor y peores derechos
laborales; incluso, miramos de nuevo y vemos los estragos del autoritarismo: el
patriarcado sometiendo a millones de mujeres, el adoctrinamiento en las (j)aulas
sometiendo la voluntad de millones de chavales que, poco a poco, van asimilando
los valores jerárquicos y competitivos que nos invaden, vemos cómo quien
intenta malvivir en este mundo absurdo de opresiones, es reprimido por sus
policías, encarcelados en sus prisiones y todo para que Estado y Capital sigan
siendo dueños de nuestras vidas.
Ante todo esto hay quienes, desde posiciones reformistas, intentan mejorar
aquello que sólo debe ser destruido para la pervivencia de nuestra especie y de
todas las demás, hay quienes intentan que este modelo político jerárquico sea
más democrático, donde tengamos mayor capacidad de decidir quién y cómo nos va
a seguir exprimiendo, como en el mundo laboral donde les listes de turno
intentan mantener el sistema de explotación para poder seguir viviendo de sus
migajas o, incluso, vemos a quienes abogan por un modelo económico basado en la
competitividad que sea más respetuoso con las diversas formas de vida que
cohabitamos este planeta…
Hace ya 78 años, en la Península Ibérica, dio inicio una
profunda experiencia colectiva que venía a sentar las bases del fin de todo
esto. El 19 de julio de 1936, la clase trabajadora en armas ponía fin a la
militarada fascista en muchos lugares de la península, destacando sin duda
alguna la labor llevada a cabo en Barcelona, donde fue el proletariado afecto a
las ideas ácratas el que se enfrentó con mayor tenacidad a los militares
golpistas, demostrando su capacidad autoorganizativa y poniendo contra las
cuerdas no ya al fascismo, sino a todo el entramado estatal de la Generalitat y
el gobierno burgués de la República. Los años de autoorganización proletaria al
margen de las instituciones del Estado, a través del anarcosindicalismo en el
campo del trabajo, la autoformación colectiva en los Ateneos libertarios, los
grupos de Mujeres Libres (MM.LL.) o las agrupaciones de Juventudes Libertarias,
la gimnasia revolucionaria de episodios insurreccionales anteriores… todo,
venía a converger ahora en un pueblo que se había educado a sí mismo para
recuperar entonces el control de sus propias vidas y que venía a poner fin a
siglos, a milenios, de explotación de unes sobre otres.
Un pueblo que llevaba a cabo una profunda revolución social
que pretendía transformar las bases políticas, económicas, culturales, etc., de
la sociedad, alcanzar el comunismo libertario donde nadie fuese más que nadie,
donde cada cual pusiese según su esfuerzo y recibiese en base a sus
necesidades, acabando así con este régimen donde unes poques tienen de todo y
la inmensa mayoría nada. Aquella experiencia, desatada por quienes querían
evitarla (militares, burguesía, aristócratas, fascistas…), finalizó
drásticamente, ahogada por dos bandos que seguían defendiendo la propiedad, la
opresión de una clase sobre otra, de un sexo sobre el otro, el principio de
autoridad en todas sus formas, en resumidas cuentas.
Hoy las miserias de entonces perduran, incluso han ido a
peor al conseguir sus privilegiades derrotar entonces a les oprimides. Sin
embargo, nos queda una importante lección histórica que aprender de aquel
momento: la necesidad de organizarnos como clase, de luchar por lo nuestro con
nuestro propio esfuerzo, sin aceptar las migajas envenenadas de nadie, con
organizaciones propias, autogestionadas y con la acción directa y el apoyo
mutuo como fundamentales herramientas de lucha, para golpear y ser capaces de
aguantar los golpes de nuestres opresores. Buscar nuestra capacitación
colectiva y emprender el camino de nuestra emancipación de toda forma de
autoridad, siendo la revolución, la revolución social, en todos los aspectos de
nuestras vidas, el necesario grito de esperanza que nos mantenga en la lid
hasta el fin de todo privilegio, toda autoridad, hasta la consecución completa
de la igualdad total y real.
CONTRA EL ESTADO, EL CAPITAL Y TODA AUTORIDAD:
¡REVOLUCIÓN SOCIAL!
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