No deja de sorprenderme la poca capacidad que tenemos de
aprender de nuestra experiencia y de nuestra historia. A una semana de las
elecciones y en medio de encuestas amañadas (como siempre son amañadas las
encuestas en Colombia) que dan una victoria técnica a Zuluaga, candidato de la
derecha belicosa y ultramontana, muchos son presas del pánico y corren, de
buenas o malas, a respaldar a Santos, candidato de la derecha neoliberal que
hoy negocia en medio de los bombardeos, pero que ayer fue responsable político
de los falsos positivos y mañana… puede ser cualquier cosa. Porque si ha habido
un camaleón en la política colombiana es Santos, que se ha paseado en los
últimos veinticinco años por las oficinas de todos los gobiernos que ha habido.
Fue el más uribista de los uribistas por la mayor parte del negro período
2002-2010. No olvidemos que llegó al poder como el mismísimo ungido de Uribe
Vélez y negoció con la insurgencia porque era la mejor alternativa que tenía en
medio de un escenario ascendente de luchas populares, una guerrilla que había
asimilado los golpes del Plan Colombia y que comenzaba a golpear más duro que
nunca, y de la necesidad de pacificar al país para la implementación de su Plan
de Desarrollo Nacional.
Santos no es un convencido de la paz, ni con justicia ni con
injusticia social. Sencillamente persigue los intereses de la clase social a la
que representa. Si el día de mañana le conviene nuevamente más la estrategia
militarista, él mismo lo ha dicho: patea la mesa y vuelta a la guerra como si
nada. Por eso es que no le pone el bozal al ministro Pinzón que no para de
ladrar contra el proceso de paz.
No está de más recordar, una vez más, que el proceso de paz
no es, ni ahora ni ayer, una concesión benevolente de la oligarquía. La
instalación de la mesa de negociaciones es un triunfo de la lucha del pueblo
colombiano, de los sectores que no se amedrentaron ante la guerra total del
régimen y que resistieron la imposición de su modelo a sangre y fuego; de
quienes han insistido que el conflicto social y armado colombiano tiene causas
estructurales y que son esas causas las que deben resolverse para poder
superarlo. Precisamente todo aquello que el establecimiento y sus obsecuentes
medios negaron a rajatabla durante el período de Uribe en el poder, y que hoy
aceptan con muchos peros y a regañadientes. Porque les toca aceptarlo, porque
el pueblo colombiano está empezando a hablar fuerte y claro.
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