El país aún recuerda a miles de campesinos y campesinas que
en el 2013 salieron a las carreteras colombianas a exigirle al gobierno
solución a sus críticos problemas. Esos mismos miles de campesinos y campesinas
retornan a las carreteras denunciando el incumplimiento de los acuerdos
pactados el año pasado y proponiendo refundar la política agropecuaria del
país.
El paro agrario que se extendió por más de 40 días en el país es, sin lugar a dudas, uno de los acontecimientos más destacados del 2013. Su contundencia y capacidad de despliegue político, social, organizativo y de opinión provocó, por parte del gobierno nacional, respuestas insatisfactorias a las demandas del movimiento, así como un elevado respaldo ciudadano que logró develar la endémica política agropecuaria y, por consiguiente, permitió conocer la realidad de la pobreza rural como consecuencia de un modelo agropecuario insuficiente y favorecedor de los grandes empresarios del campo.
Nuevamente, los protagonistas del paro del 2013 se reafirman
en sus exigencias y consolidan, junto a otros sectores del mundo rural, un
nuevo ejercicio de coordinación y unidad a través de la Cumbre agraria, étnica
y popular; proceso que viene articulando propuestas e iniciativas para refundar
la política agraria en Colombia. Estos procesos han manifestado la
inevitabilidad del llamamiento a un nuevo paro agrario para este mes de mayo,
eso sí, bajo nuevas condiciones: la consolidación de un pliego único que
consigna las peticiones de todos los sectores movilizados, para el caso de la
Cumbre, y un pliego de 5 puntos de las Dignidades.
Las breves reflexiones que expongo a continuación proponen
explicar el alcance de un nuevo ejercicio de movilización que podría malograrle
la reelección a Santos, así como fortalecer los lazos de unidad entre sectores
populares, cuyo horizonte debería ser la consolidación de un nuevo proyecto de
nación.
La crisis del campo colombiano
Uno de los efectos destacables del paro agrario fue hacer
evidente ante el país la existencia de una inobjetable crisis del sector
agropecuario, tema que hasta antes del paro había estado reservado para algunos
académicos e intelectuales interesados en el tema. Después de los
acontecimientos la ciudadanía reconoce que en el campo colombiano las cosas van
muy mal.
La crisis es de tales proporciones que en la actualidad el
77% de la tierra está en manos de sólo el 13% de los propietarios. Las cifras
son igualmente dramáticas en materia de tierras despojadas: 6.6 millones de
hectáreas fueron usurpadas violentamente a sus propietarios o poseedores,
familias campesinas dedicadas a la agricultura. Esas mismas tierras hoy en su
mayoría están dedicadas al cultivo de biocombustibles, a la ganadería extensiva
o comprometidas en proyectos mineros.
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