Eran las nueve de la noche del día jueves primero de
septiembre y en las redes sociales la familia de Miguel Ángel anunciaba la
libertad inmediata del docente. A las 10:30 de la noche, Miguel llegaba junto a
su hermano y su sobrina al lugar donde lo esperaba el resto de su familia y
amigos. Este sería el primero de varios recibimientos emotivos que acogieran a
Miguel.
Una libertad que no se pudieron robar
Miguel Ángel esperaba que la Corte Suprema diera el fallo en
donde se sabría a ciencia cierta sobre la suerte de su libertad. Pues el
profesor habría sido vinculado injustamente en un proceso jurídico que lo
relacionaba con las FARC-EP en el 2009. Para esa fecha, se encontraba en México
adelantando estudios de posdoctorado cuando se produjo, conjuntamente con las
autoridades colombianas y mexicanas, su captura.
Según menciona la Justicia colombiana, en los computadores
de Raúl Reyes, comandante de las guerrillas de las FARC, abatido en un
bombardeo, se encontraban documentos que lo vinculaban directamente con esta
organización. Además se afirmaba que su papel como investigador y docente hacía
parte de una política para promover y gestionar recursos para dicha
organización.
El 27 de julio del 2011, pasados 25 meses de su detención,
el juzgado cuarto penal del circuito especializado de Bogotá lo absolvió y
ordenó su libertad inmediata. Sin embargo, hace 14 meses Miguel Ángel fue
nuevamente encarcelado. En esta ocasión, y bajo el mismo señalamiento, la
Procuraduría también le adelantó una sanción para ocupar cargos públicos
durante 13 años.
Este jueves, mientras el profesor dormía en su celda, hacia
las 8:45 de la noche, sus compañeros del patio cuatro de La Picota lo llamaban,
al tiempo que los guardias lo despertaban para decirle: “tiene cinco minutos
para recoger sus cosas”. El profe, como cariñosamente le decían en La Picota,
no entendía de qué se trataba. Después de hacer una llamada a su esposa,
comprendieron que efectivamente se trataba de su libertad.
Miguel Ángel fue conducido a la puerta de la penitenciaría
y, por más de 15 minutos, tendría que esperar, en medio de la oscuridad y la
soledad de las frías calles en el sur de la ciudad, a que un familiar se acercara
a recibirlo.
“Vivir la cárcel marcó mis compromisos a futuro”
VOZ dialogó con el profe, quien relató algunos detalles de
los que le tocó vivir al interior de la cárcel. En sus análisis menciona: “La
afectación que hace la cárcel es en varios niveles, sobre todo en mi caso, con
mis hijos. No solamente por lo que uno vive sino por lo que uno se aleja de la
familia. Con mi hijo Inti, que es el de la mitad, tenemos una relación afectiva
muy fuerte y desaparecer para él fue muy duro. ‘¿Por qué mi papá no está aquí,
por qué no vamos al parque?’ Eran las preguntas que se hacía. El otro aspecto
es el haber estado fuera de lo académico. La estigmatización y el señalamiento
son muy fuertes, se señaló y se criminalizaron mis estudios”.
Pero también menciona que hubo cosas positivas: “Está el
enriquecimiento personal, una sensibilidad mayor frente a ciertas problemáticas
que, aunque han estado cercanas, vivirlas desde adentro te brinda otra mirada.
El hecho de vivir con diferentes actores como lo son los paramilitares y presos
sociales, entre otros. El vincularme al trabajo de reivindicación de
condiciones dignas en la cárcel marcó mis compromisos a futuro, por esos presos
que aún están en la cárcel y por la transformación de esa realidad”.
Las excusas para que su familia no lo visitara
Según relata, en diversas ocasiones le mentía a su familia
para que no fueran a la cárcel. También junto a su compañera decidieron reducir
las visitas, sobre todo por las condiciones a las que se tienen que someter
para poder verse.
“Por ejemplo decidimos con mi compañera no hacer visita
conyugal. Era muy denigrante tanto para ella como para mí. Con mis hermanas
siempre me inventaba una excusa para que no fueran. Yo les decía: ‘aquí hay
problemas, es mejor que no vengan’. Esto lo hacía porque cada visita es un
dolor para uno. Es muy rico tener el contacto con la familia, pero es un costo
muy alto. El que está en la cárcel es uno y reducir el círculo de afectación es
muy importante hacerlo. Por ejemplo, cada vez que iban los niños se presentaba
una situación complicada: no les dejaban entrar la comida, se daban las
requisas, entre otras cosas”.
Un compromiso con la realidad carcelaria
Cuenta que en la cárcel los tienen sometidos a un régimen, a
unas instituciones totales que son quienes controlan su cuerpo y su tiempo. “Mi
preocupación era: yo no puedo estar al tiempo de ellos, yo me pongo mis
tiempos. Por ejemplo, esperar la visita; desde dos horas antes están los presos
ansiosos por la visita, o esperar el conteo, la hora de la comida. Muchas veces
me quedé sin comida porque se me olvidaba, me concentraba en estudiar o
escribiendo, entonces los compañeros me recogían la comida. A mí me daba pena
con ellos, aunque ellos me decían, ‘no se preocupe, profe, nosotros sabemos que
nos está ayudando’ ”.
A pesar de su personalidad introvertida y serena, las
dinámicas de ese lugar lo llevaron a una interacción constante con la gente.
Allí fue profesor de diferentes áreas. También era el que ayudaba a elaborar
los derechos de petición, las tutelas. Ese papel fue el que le brindó la
confianza a sus compañeros de patio para que lo nombraran, en medio de las
huelgas que adelantaban por el derecho a la salud, como vocero de todos los
presos de La Picota.
También fue víctima de agresiones, tal y como las recibían
sus compañeros. En diversas ocasiones se daban las requisas, en donde incluso
lo querían obligar a dejarse requisar la boca, no le permitían recibir libros o
era obligado a no salir de su celda. Una de las cosas que más le impresionó fue
la situación de salud en la cárcel y ver la situación de compañeros como Juan
Camilo Galvis, un joven que murió en el mes de agosto por negligencia médica y
de la penitenciaría. La trabajadora social le pidió a Miguel Ángel que llamara
a su madre para informarle de la situación, y así mismo se encargó de informar
a los diferentes medios alternativos de la responsabilidad del Inpec y del
hospital.
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