Por:Julián L. Acción Libertaria Estudiantil
El 3 de septiembre del 2012 en un alocución presidencial se
presentó lo que sería la hoja de ruta de negociación entre las partes que meses
atrás venían discutiendo las posibilidades de poner fin al conflicto armado
protagonizado por el gobierno nacional y las FARC-EP. Dicha ruta de
negociación, que además generaría los criterios de la misma, se publicó con el
nombrede “Acuerdo general para la terminación del conflicto y la construcción
de una paz estable y duradera”, en donde se haría énfasis en la necesidad de
vincular a la sociedad en su conjunto lo cual implicaba el hecho de que lo
acordado debería ser refrendado por el pueblo colombiano.
Aunque las FARC-EP insistiera durante estos casi cuatro años
de negociación en que los acuerdos deberían culminar con la convocatoria de una
asamblea nacional constituyente, en el último anuncio del 23 de Junio, el
llamado “último día de la guerra”,las partes llegan a un acuerdo para muchos
inesperados, ya que parecía que el mecanismo de refrendación supondría el punto
de quiebre de todo lo acordado hasta el momento: Las FARC-EP deciden renunciar,
por lo menos en lo inmediato, a que el pos-acuerdo sea abierto por una asamblea
nacional constituyente y acoge una “fórmula de convergencia” que
implicaba dejar en manos de la Corte Constitucional la decisión sobre el
mecanismo de refrendación1, la cual, como era previsible,
inclinó la balanza hacia la propuesta del gobierno nacional de implementar un
plebiscito.
Lo que se sabe de la reforma constitucional que da vía libre
al plebiscito parece aún no dar respuesta a todos los posibles escenarios2, por ejemplo ¿qué pasaría si la
votación en el plebiscito no supera el umbral definido del 13% del censo
electoral? ¿Qué sucedería legalmente si circunstancialmente ganara el no? La
corte hasta el momento se ha referido a que cualquier escenario desfavorable
para el plebiscito podría ser atajado con otro acto legislativo o con la
construcción de otro acuerdo entre las partes que no implique refrendación. Como
sea, se hace evidente que en medio de un país políticamente polarizado en torno
a los acuerdos, estos deberían arrancar con un respaldo social que lo blinde
mínimamente de legitimidad por una mayoría en las urnas.
En este escenario las fuerzas políticas han empezado ya a
mover sus fichas. Por un lado, la derecha más recalcitrante, integrada
principalmente por ganaderos y terratenientes como lo demuestran quienes firman
el llamado a construir el Movimiento de Unidad Republicana en oposición al
plebiscito3, han empezado a actuar en bloque
tras la figura de Álvaro Uribe Vélez y de su partido el Centro Democrático, empujando
una campaña por el NO, esta vez ya no negándose a las posibilidades de dialogo
para terminar la guerra sino ahora argumentando que los actuales acuerdos
entregan demasiadas concesiones a la insurgencia y se hace necesario
renegociar. El impacto de esta campaña aun genera confusiones, algunas
encuestas han expresado que se va imponiendo el NO sobre el Sí4, aunque otras la desmienten. Vale
la pena anotar además que este sector ha sabido jugar con el descontento de los
sectores sociales frente al gobierno nacional para promover su campaña, como
sucedió en el marco de las negociaciones del paro camionero, con taxistas e
incluso con sectores campesinos. Así es claro que es esta derecha la que se
presenta como el más peligroso enemigo del plebiscitico.
En la otra esquina encontramos a una diversidad de sectores,
en muchas ocasiones contradictorios, que levantan conjuntamente, en una apuesta
táctica, la campaña por el SI. Por supuesto la coalición de la Unidad Nacional
en el gobierno ha sido uno de sus mayores promotores intentando garantizar con
ello su continuidad en el poder.
La izquierda ante el plebiscito
Aunque el grueso de la izquierda coincide en la necesidad de
que el proceso se lleve a buen término y se pueda avanzar a un escenario en
donde la mediación de las armas no marque el ritmo de la política, existe una
controversia sobre el papel que esta debe jugar. Más o menos las posiciones
oscilan alrededor de dos perspectivas: por un lado algunos sectores de
izquierda, asociados al trotskismo y el maoísmo, han manifestado una fuerte
crítica al proceso y aunque expresan su deseo por el fin del conflicto se
apartan de la campaña por el SI al plebiscito manifestando que los acuerdos no
son garantías para la lucha pero además que esa “paz” poco tendría que importar
al movimiento social que se ha movido históricamente en la lucha amplia y de
masas. En esta posición encontramos al MOIR, quizá la fuerza de izquierda con
mayor influencia política en el país, que en manos de Robledo decide apoyar a
rechistas el SI en el plebiscito más que por convicción por una necesidad de no
aislarse de la coyuntura nacional, sin que eso implique sumarse a hacer campaña
por el SI. También encontramos en esta posición el menos influyente Partido
Socialista de los Trabajadores (PST – LIT) quienes han sido promotores
históricos del voto en blanco y para el caso del plebiscito junto a otros sectores,
como la denominada militancia de base de la UP, llaman a rayar la papeleta
exigiendo una asamblea nacional constituyente. Es decir, ni SI ni NO.
La segunda posición presenta un apoyo logístico y político
al plebiscito volcando gran parte de sus energías, si no todas, en estimular la
campaña por el SI. Esta postura la abanderarían principalmente los
tradicionales sectores bolivarianos, concentrados puntualmente en Marcha
Patriótica, quienes han volcado casi todos sus esfuerzos en respaldar los diálogos
de paz y en llenar de base social lo acordado. Vale la pena recordar que este
mismo sector depositó gran parte de sus energías en las llamadas
“constituyentes por la paz”, en una apuesta por presionar socialmente para que
la mesa viabilizara un proceso constituyente como mecanismo de refrendación e
implementación de lo acordado, hasta que la insurgencia renunció en lo
inmediato a dicha pretensión.También encontramos a Congreso de los Pueblos y el
resto del camilismo, quienes han depositado sus esfuerzos en la campaña por el
SI a la vez que exigen que se haga pública la mesa de negociación con el ELN y
manifiestan, sin mayor fuerza, las ausencias y límites de lo acordado en La
Habana. Hoy la “Marcha” lidera, secundada por “Congreso” y un variopinto del movimiento
social, la campaña por el SI para el plebiscito moviendo campañas sectoriales
en torno a la paz.
En términos globales el panorama de la izquierda se mueve
dentro de una primera postura que bajo una posición muchas veces sectaria y
simplista le resta importancia a las posibilidades que abre el actual momento
histórico y una segunda que ha agotado el grueso de su agenda de trabajo en lo
que se diga y se haga en La Habana, llevándolo a tomar posiciones erradas sobre
la agenda propia del movimiento social que no elude la paz, pero sí debería
aterrizarla y develar los límites de lo acordado.
Esta gran polémica se da en medio de una tensión sobre lo
que significaría para la disputa político-electoral la terminación del
conflicto con la guerrilla más grande del país: si el proceso lograse tener un
éxito relativo el escenario más probable parece ser el del blindaje de la
Unidad Nacional para sostener su lugar en el ejecutivo y su mayoría
legislativa, de lo contrario parece ser el Uribismo el que tendría mayor capacidad
de capitalizar los errores de lo acordado a la vez que la izquierda se muestra
incapaz de presentar alternativas de mayorías.
Hacia la construcción de una alternativa libertaria
seguir leyendo: https://accionlibertariaoyl.wordpress.com/2016/08/22/el-plebiscito-la-izquierda-y-los-sectores-libertarios/
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