“Existe una imagen ideal, idílica, olímpica, de los
Deportes. Es aquella que nos muestra a los Atletas entregados a las más nobles
competencias físicas, en un estadio adornado de arcos de triunfo, estatuas del
discóbolo, alegorías y estandartes (…) Pero esto es lo que podríamos calificar
de «deporte ideal». Porque existe un deporte concreto y real, que es el que he
podido ver en todas partes. Deporte que agudiza en tal grado los
«chauvinismos», que acaba por crear rivalidades entre provincias, ciudades, pueblos,
y hasta barrios (…) El deporte moderno no es fraternal como lo pintan. Ni creo
que contribuya mucho al acercamiento entre los hombres. Es lucha y, como toda
lucha, atiza pasiones y alimenta rivalidades”.
FRATERNIDAD Y DEPORTE (Fragmento)
Por Alejo Carpentier.
18 de Septiembre de 1953
La sana, libresca y necesaria práctica del deporte como afán
de recreación y colectividad para el ser, hace tiempo quedó en la esfera de lo
utópico como bien dice Carpentier. El deporte moderno se ha degradado al
lamentable estado de la competencia pura gracias al Estado, el mercado y su
espectáculo. Este tridente ha hecho del deporte un embrutecedor fenómeno de
masas. Sólo para hacernos una idea, el partido final de la Copa Mundial de
Brasil 2014 fue seguido por más de 909 millones de telespectadores, cifra que
supera los 745 millones de habitantes de Europa y que se acerca a los 953
millones de habitantes de todo el continente americano. Si bien en algún
momento el deporte, y precisamente el fútbol, aparecieron en la historia para
entrenar el cuerpo y despertar los sentidos, la realidad de lucro, corruptela,
divisionismos locales y chauvinismo nacional que se despliega reafirmando la
ideología capitalista, no puede generarnos más que repudio a la hora de ver en
todas las pantallas el inicio de la Copa América aquí, en Chile.
El fútbol y su origen se puede situar muy atrás en la
historia, por allí por el siglo III A.C, momento en que se registran los
primeros juegos con pelota, pero la forma que actualmente ha tomado este deporte
se gestó en las Islas Británicas desde donde comenzó a tomar los ribetes de la
modernidad para institucionalizarse en 1863 con el surgimiento de “The Football
Association”, organismo que 41 años después se conformó en lo que hoy se conoce
como ese real pero etéreo, itinerante y del todo mafioso
estado-nación-corporativa de la FIFA.
En pleno siglo XIX y a espaldas de la clase obrera británica
fue que el fútbol se difundió y extendió por el planeta, llegando a todas las
colonias y puertos con presencia inglesa. Y como no, si para el año 1914 el 84%
del territorio total del planeta se encontraba bajo dominio Europeo. Desde
aquella época, todo quehacer humano se ha destinado a la desmedida y afanosa
necesidad de ganancia del capital. Preso de este margen, el fútbol no ha
quedado ajeno a los intereses del valor y su crecimiento infinito.
Ilusión, espectáculo y mercancía.
La inagotable capacidad que tiene el mercado de hacer suyo
todo aquello que por historia no le pertenece, es realmente, total. Su afán
colonizador ha traspasado todas las fronteras y su discurso esquizoide ha
logrado cuajar dentro de un solo relato, el del consumo, experiencias
incompatibles e iconos que son totalmente antagónicos a su proyecto. Así,
secuestran referentes que en su momento fueron perseguidos a través de la más
brutal represión, convirtiéndolos en imágenes inofensivas, canonizadas por su
propio “merchandising”, vaciando su nombre de toda aquella potencialidad
revolucionaria que los hizo peligrosos en vida, para dejar su imagen flotando
en la tramposa esfera del espectáculo. De este proceso nada ni nadie se
escapan, llegando a generar bienes culturales que en forma masiva llenan cada
uno de los espacios de la vida. El arte, la entretención, el deporte, la
sociedad en su conjunto, han sufrido este secuestro y a días del inicio del
campeonato entre selecciones más antiguo del planeta vale la pena preguntarse
algunas cosas. Por ejemplo ¿Cuál es la necesidad social de organizar la copa
América en la región chilena?
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