Pedro Kropotkin es, indudablemente, uno de los que más ha
contribuido –quizás aún más que Bakunin y Eliseo Reclus– a la elaboración y a
la propagación de la idea anarquista. Por eso tiene bien merecidos la
admiración y el reconocimiento que todos los anarquistas sienten por él.
Pero, en honor a la verdad y en interés supremo de la causa,
es preciso decir que su obra no ha sido toda y exclusivamente bienhechora. No
es suya la culpa; al contrario, fue la eminencia misma de sus méritos la que
causó los males que me propongo indicar.
Naturalmente, Kropotkin no podía, como hombre alguno lo
podría, evitar todo error y abrazar toda la verdad. Hubiera sido necesario,
pues, aprovechar su preciosa contribución y continuar la búsqueda para nuevos
progresos.
Mas los talentos literarios de Kropotkin, el valor y la
extensión de su producción, el prestigio que le daba su nombradía de gran
sabio, el hecho de que hubiese sacrificado una posición de encumbrado
privilegio para defender, a costa de peligros y de sufrimientos, la causa
popular, y con eso el encanto de su persona, que hechizaba a todos los que
tenían la fortuna de acercársele, le dieron tal notoriedad y tal influencia que
pareció, y en gran parte fue realmente, el maestro reconocido de la gran
mayoría de anarquistas.
Así ocurrió que la crítica fue desalentada y se produjo un
alto en el desarrollo de la idea. Durante buen número de años, a pesar del
espíritu iconoclasta y progresivo de los anarquistas, la mayoría de ellos no
hicieron, en materia de teoría y de propaganda, sino estudiar y repetir a
Kropotkin. Decir otra cosa que él no dijera, fue para muchos, casi una herejía.
Bien estaría, pues, someter las enseñanzas de Kropotkin a
una crítica severa y sin prevenciones para distinguir lo que es siempre
verdadero y vivo de lo que el pensamiento y la experiencia posteriores pueden
haber demostrado erróneo. Lo que, por otra parte, no afectaría sólo a
Kropotkin, porque los errores que se le pueden reprochar eran profesados por
los anarquistas antes de que Kropotkin hubiese adquirido una posición eminente
en el movimiento. Él los confirma y los hace durar dándoles el apoyo de su
talento y de su prestigio; pero nosotros, los viejos militantes, tenemos en
ello todos, o casi todos, nuestra parte de responsabilidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario