La disimulación y la manipulación son inherentes a la
sociedad autoritaria. El término demócrata acompaña en 2012 a un reelegido
presidente que mantiene un sistema carcelario esclavista con la “joya” de
Guantánamo, así como a otros que cultivan el lento, seguro y paulatino
genocidio de sus capas sociales empobrecidas por todo el planeta.
Y permanecen no pocos fanáticos de imponer la pureza
religiosa, nacionalista e ideológica “por el bien del pueblo”. Todos se pueden
reconocer en esta cita de rancio signo castrense: limpiar el suelo de
Rusia de todos los insectos nocivos, pulgas (pillos), chinches (ricos), etc.,
etc. En un lugar se encarcelará a una docena de ricos, a una docena de pillos,
a media docena de obreros que huyen del trabajo (del mismo modo desvergonzado como
lo hacen en Petrogrado numerosos tipógrafos (1), sobre todo en las
imprentas del partido). En otro, se les obligará a limpiar las letrinas; en un
tercero, se les dará, al salir de la cárcel, carnets amarillos para que todo el
pueblo los vigile como seres nocivos, mientras no se enmienden. En otro, se
fusilará en el acto a un parásito de cada diez. […](2).
A años luz del pensamiento autoritario-totalitario, hay esta
visión de la revolución en 1870: No deben hacerla ellas mismas [las
autoridades revolucionarias] por decretos, no imponerla a las masas, sino
provocarla en las masas. No deben imponerles una organización cualquiera, sino,
suscitando su organización autónoma de abajo arriba, trabajar bajo cuerda, con
la ayuda de la influencia individual sobre los individuos más inteligentes y
más influyentes de cada localidad, para que esa organización sea lo más posible
conforme a nuestros principios. Todo el secreto de nuestro triunfo está en eso (3).
Bakunin es un obstáculo para los jerarcas, los intelectuales
afincados en el sistema neo liberal y hasta para algunos libertarios poco
inclinados a la reflexión.
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