Para entender la ola de violencia en esa región hay que
reconstruir su historia desde los primeros gamonales y los indígenas Bari hasta
la “Huelga del arroz”, pasando por la colonización de la frontera con
Venezuela.
Los obreros mandaban en la Alcaldía y en los sistemas
educativo y de salud pública; regulaban el mercado por medio de un sólido
aparato cooperativo y controlaban el reclutamiento de trabajadores. Ecopetrol
no daba un paso en la región sin consultar a la CUT. La historia de este poder
comienza con la “Huelga del Arroz”, a mediados de los años 30, casi al mismo
tiempo con la explotación petrolera en el país.
La protesta estalló porque la compañía tenía restaurantes
diferentes para obreros, empleados y directivos, lo que se consideró excluyente
y deshonroso. Pero el verdadero cargo que encendió la hoguera fue la falta de
arroz en el menú de los obreros, porque la mayoría era de origen campesino, de
regiones cálidas donde poco o nada se comía papa, la parte sustanciosa de la dieta impuesta por la
empresa.
Ese origen fue también la causa de una solidaridad a toda
prueba de los colonos con los trabajadores. La colonización campesina fue
jalonada por la construcción de trochas y campamentos que la explotación
petrolera requería.
Muchos campesinos llegaron desplazados por las medidas de
protección que los hacendados santandereanos montaban a raíz de la promulgación
de la función social de la propiedad —Ley 200 del 36—. La huelga del arroz
fortaleció el poder sindical y la economía campesina.
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