La situación en el Catatumbo reventó hace exactamente un mes
y dos días porque tenía que reventar. Los campesinos salieron a tomarse las
rutas de la región porque se cansaron de los engaños y abusos por parte del
Estado, de la falta de alternativas y de esperar en medio de una miseria
abyecta. Nadie puede decir que sus demandas son descabelladas: exigen que se
frene la locomotora minera que está destruyendo el ambiente y las comunidades,
que se pare la erradicación forzosa de cultivos ilícitos mientras no se den
alternativas reales a los campesinos para no pasar hambre, que se frene la
militarización de la región, que se apruebe el proyecto de desarrollo
sostenible que han desarrollado los propios campesinos y que se apruebe la zona
de reserva campesina en el Catatumbo, la cual ha sido vetada ilegalmente por el
ministerio de defensa. La respuesta del Estado a las demandas de los campesinos
ha sido de naturaleza militar; su estrategia ha combinado la violencia con el
engaño. Por una parte, la respuesta violenta a la protesta social ha dejado
decenas de heridos, cientos de presos y cuatro muertos: Dionel Jácome
Ortiz, Edwin Franco Jaimes, Diomar Angarita y Hermidez Palacio. Esta
respuesta militar ha sido azuzada desde los medios de comunicación oficiales
que se han hecho eco de una serie de señalamientos irresponsables de personeros
del gobierno y del ejército en contra de los campesinos, de su organización así
como de quienes se han solidarizado de ellos.
SEGUIR LEYENDO: http://www.anarkismo.net/article/25905
No hay comentarios:
Publicar un comentario