Carlos Ossa Trejos, secretario de Asuntos Laborales de la
seccional Sintrainagro La Virginia, continúa debatiéndose entre la vida y la
muerte tras la brutal represión del Escuadrón Móvil Antidisturbios
(ESMAD) contra cientos de corteros de caña del Ingenio Risaralda en huelga
pacífica. Su esposa asegura que su única culpa fue haber exigido el respeto de
sus derechos.
Luz Omaira Zapata se asoma a la puerta de su casa, en la
ciudad de Anserma, departamento de Caldas. Saluda con una sonrisa débil,
respira hondo y me invita a entrar. Se sienta lentamente en un sofá, mientras
sus dos hijas y su nieta de siete años se retiran detrás de una cortina que separa
la cocina de la pequeña sala.
Afuera, por la calle empinada pavimentada de piedras
irregulares, siguen llegando los colegas y amigos de Carlos. “Los compañeros
del sindicato no nos han dejado un solo instante. Son personas maravillosas y
su apoyo ha sido fundamental en estos momentos tan difíciles”, dice Luz Omaira.
Carlos Ossa estaba durmiendo cuando, a las 4 de la mañana
del 3 de marzo, efectivos del ESMAD atacaron con violencia el campamento de los
corteros en huelga. Comenzaron a golpearlo. Varios testigos dicen haberle visto
levantar las manos para defenderse, mientras le disparaban una bomba
lacrimógena a quemarropa.
El impacto en su rostro fue devastador. No contentos,
arremetieron contra él a patadas y golpes, y con machetes le propinaron
varias heridas, una de ellas muy profunda en la cabeza. Los médicos del
hospital de Pereira no saben si podrá vivir, sin embargo su esposa está
firmemente convencida de que volverá a casa.
“Defendía sus derechos”
Sangre derramada no será en vano
Con voz suave, pero llena de firmeza, Luz Omaira habla de su
marido, de sus sueños, de su contagiosa vitalidad, del firme convencimiento de
que esta lucha por la dignificación del trabajo y del
salario era justa y necesaria.
“Siempre ha sido una persona pacífica, pero firme en sus
convicciones. Ha pasado los últimos 11 años de su vida cortando caña en el
Ingenio Risaralda. Un trabajo duro con el que mantenía a su familia. Estaba
entusiasmado e ilusionado con la idea de la huelga y se metió de lleno en la
organización y la movilización. Sabía que era la única forma que los
trabajadores tenían para que la empresa recapacitara, parara la persecución y
se sentara a dialogar”, dijo Luz Omaira.
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