En medio de locas de naranjas e hijos no prestados para la
guerra transcurre el actual circo electoral, que llega a su tercer clímax
después del 9 de marzo y el 18 de mayo. Al igual que en las anteriores
oportunidades hoy salen los payasos protagonistas: desde mujeres de la “clase
media”[1] trabajando para Uribe hasta, quienes con la alternativa no tan
“Clara”, llaman a votar por el Santismo Positivo. Todo un espectáculo, donde a
las de abajo se nos ve de nuevo como simples espectadoras cuyo único rol será legitimar
por medio del voto su “democracia”, es decir, la explotación y la miseria
durante por lo menos 4 años más. Este articulo pretende analizar brevemente este panorama, pero también proponer
líneas de acción y elementos con los cuales podamos romper este guion ya
escrito, escapar de él para ser nosotras mismas –las históricamente excluidas-
quienes llevemos las riendas de nuestras vidas y nuestras comunidades,
barriendo hoy con el bochornoso espectáculo de derechas peleándose e izquierdas
tibias cargándole ladrillos al enemigo.
Matan al pueblo y dicen que no… y lo peor es que hay quienes le creen a uno o
al otro. Existe una falsa disyuntiva, impuesta no solo por los medios
tradicionales de desinformación sino tristemente también por algunos sectores
de la “oposición” que utilizan sus páginas, medios alternativos y espacios para
“votar por la paz”. Para efectos ilustrativos me atreveré a comparar la pelea
entre Santos y Uribe con los hoy problemas entre Clara López –ex candidata del
Polo- y Jorge Robledo –senador reelecto del mismo-, guardando las distancias
necesarias para este ejercicio: Por un lado Santos se nos muestra en esta
coyuntura como un político táctico, pragmático, que ve en la “paz” una
necesidad económica que permita a la burguesía nacional e imperialista sacar
más provecho de la explotación de nuestras tierras sin elementos de resistencia
en su contra. Bien sabemos que Santos no cree en la justicia social, con paz o
sin ella, y que mucho menos renunciará a los intereses de clase que él
representa; en esa misma línea pero en el espejo izquierdo nos encontramos con
Clara López, también con Iván Cepeda, Gustavo Petro, el Partido Comunista
Colombiano (atrincherado en la burocracia de la Unión Patriótica) y una larga
lista de militantes identificados anteriormente con líneas revolucionarias, que
si bien no creen en Santos (como tampoco él no cree en ellas ni en su
concepción de paz), por táctica y pragmatismo llamaron a votar por él, pero no
por él, sino a votar por la “paz” (ahora la “justicia social” se diluyó) o en
“contra” de Uribe, para sonar más bonito.
En la otra cara del asunto nos encontramos con Uribe, un hombre que va con
exactamente los mismos objetivos que Santos, pero la falta de táctica y
pragmatismo le llevan a no pensar con la cabeza fría: se cree el dueño del
país, el libertador de la causa de la patria en contra del “castro-chavismo” y
el salvador que tanto necesitamos, todo ello alimentado por su deseo de sangre
y venganza que eleva la guerra a otro nivel, aunque quiera ocultarla a través
de su títere Zuluaga; Jorge Robledo y otros militantes que giran orbitalmente
alrededor suyo se caracterizan también por tener un elevado ego, no piensan
tácticamente en correspondencia con su línea política[2] (que no tiene nada de
obrera, independiente ni revolucionaria), además de creerse los salvadores de
la causa de los pobres, donde sin Robledo no existe oposición en el país. Ya de
la izquierda se hablará más adelante, de momento profundizare sobre la
“disputa” entre Santos y Zuluaga.
La burguesía no es una clase estática, por el contrario se acomoda al camino
más sencillo que tiene para, al mismo tiempo, mantener alta la producción y
detentar el poder, es por eso que es una clase revolucionaria (entendida como
dinámica, en siempre movimiento, transformando las condiciones de producción
permanentemente), especialmente en momentos de crisis tanto económica como
política. Sabemos que a nivel internacional el capitalismo se está repensando a
sí mismo, donde ya entrado en una fase más consolidada de aldea global plantea nuevas
estrategias de aniquilamiento de la resistencia social organizada: por un lado
ofrece parte de su aparato a viejas enemigas para que le ayuden a administrar
su negocio estatal y a su vez apaciguar la llama de indignación (Chile o
Uruguay, por ejemplo, o si se quiere el exguerrillero del M19 Gustavo Petro,
hoy alcalde de Bogotá y pieza clave del programa Santista); en otros casos ha
prescindido de sus viejos aliados quienes encaraban una forma de reprimir que a
su vez ponía pueblos en contra del apoyo extranjero a estos regímenes (como en
el caso de Irak o más recientemente en Egipto); tenemos también una estrategia
de aniquilación, no solo a procesos insurgentes sino a actores sociales
potencialmente revolucionarios, que se está llevando a cabo también no solo en
Colombia si no en conflictos alrededor del mundo, como en medio oriente (la
guerra del Estado Turco contra el pueblo kurdo, por ejemplo); finalmente
también ha decidido ceder en su estrategia militarista (sin abandonarla por
completo) y negociar con diferentes procesos armados, intentando llegar a
acuerdos que les lleven a escenarios donde se entre al juego burgués (el caso
por ejemplo del ETA en España, el IRA en Irlanda y obviamente las FARC y el ELN
en Colombia). Hoy la burguesía nacional se encuentra dividida en dos
concepciones de los medios a utilizar: el ala Santista que pretende llegar a un
espacio como el primero y el ala militarista de Uribe que pretende ir
desgastando militarmente a las insurgencias. Pero en ambos casos el objetivo final
es el mismo, y nuestro destino también será el mismo para ambos programas: se
explotados o morir luchando.
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