miércoles, 1 de agosto de 2012

La verdadera paz de los pueblos es la libertad de sus territorios


Cuando los indígenas le declaramos al país que queremos fuera a todos los grupos y ejércitos armados de nuestro territorio  entendemos que este no sería el fin de la guerra en nuestro territorio. Para nosotros es claro que este es solo un paso hacia el retorno a la armonía de nuestra madre tierra. Para los Nasa como para otras comunidades indígenas, afro y campesinas, igualmente ultrajadas, está totalmente claro que la guerra en nuestros territorios la trajeron las transnacionales con ayuda del gobierno. ¡Para que haya paz se tienen que ir las transnacionales!

Que entienda el presidente y sus delegados que no puede pretender  una negociación de la guerra de las balas y la sangre por la guerra fría del sometimiento y el maltrato a la madre tierra con las empresas transnacionales. Es que los abusos a nuestro pueblo no son cosa de ahora, hace 10 años hemos enfrentado la agudización del conflicto.  Con el dolor y la sangre que nos ha costado les aclaramos que no pueden subestimar este proceso, que es proceso y no coyuntura, que los indígenas del norte del Cauca no queremos la paz de la que habla Santos y Timochenco, no queremos la paz de la opresión para negociar nuestra autonomía, no queremos la paz de los que usan nuestra lucha y esfuerzo para callarnos y ordenarnos qué hacer.  La paz que queremos es la armonía de la madre tierra, armonía que significa la salida de todo lo que atenta contra la vida, la salida definitiva de las transnacionales que son las que traen la guerra a ‘despejar’ el territorio para comerciar con sus riquezas.
A todo el país le dijimos que no queremos más guerra en nuestra casa. La respuesta del gobierno, en representación del ministro del interior, es faltar a la palabra incumpliendo a la reunión con las autoridades indígenas en Popayán, por atender una reunión de concejales en Bucaramanga. La respuesta de la guerrilla en la carta de Timochenco es igualmente irrespetuosa, con formal cinismo dice que la lucha guerrillera es la misma que asume el movimiento, esquiva las exigencias de las autoridades indígenas frente a los ataques continuos a la población y al reclutamiento de los niños y jóvenes y en cambio advierte, ‘si se va el ejército no vamos nosotros’… Sigue el mismo juego de los violentos, sus respuestas pretenden ubicarnos donde supuesta e irremediablemente hay sólo dos caminos, donde serían ellos quienes decidan por nosotros.  Y como si fuera poco también los paramilitares reaparecen ahora con amenazas a nuestras autoridades y territorios, nada tan diferente a las acciones del ejército y la guerrilla, cual si fuera un acuerdo entre estos porque a todos les estorba una comunidad organizada y en resistencia. 

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