martes, 28 de agosto de 2012

El ideal anarquista, de Eliseo Reclus


Fuera del ámbito libertario, Eliseo Reclus es más conocido como eminente geógrafo que como teórico del anarquismo. Como en otros muchos casos, desde Lev Tolstoi a Noam Chomsky, muchos anarquistas son valorados por su producción científica pero se obvia conscientemente su obra política y filosófica, que no está por debajo de la académica o literaria. En el caso de Eliseo Reclus, como mucho, se reduce su pensamiento a la famosa frase “La anarquía es la más alta expresión del orden”, pero seguimos desconociendo la obra de un pensador libertario que convivió con Bakunin y Kropotkin al mismo tiempo que buscaba nuevos horizontes a una ciencia geográfica que en ocasiones servía como coartada del colonialismo más salvaje; una geografía humana en abierta oposición a la más ortodoxa de Paul Vidal de la Blache. Recogemos en La Alcarria Obrera uno de sus escritos, “El ideal anarquista”, que resume muy bien su pensamiento, siempre preocupado por la aplicación práctica del ideal (como se trasluce en “Las colonias anarquistas”) y que nos ofrece una firme esperanza en tiempos difíciles y oscuros.
La anarquía, el ideal del anarquismo y los anarquistas
La anarquía no es una teoría nueva.
La palabra misma, tomada en su acepción de "ausencia de gobierno", de "sociedad sin jefes", es de origen antiguo y fue empleada mucho antes de Proudhon.
Por otra parte, ¿qué importan las palabras? Antes de los anarquistas existieron "ácratas", y se habían sucedido ya muchas generaciones cuando éstos imaginaron su nombre de formación erudita. Siempre ha habido hombres libres, despreciadores de la ley, gentes que han vivido sin amos, según el derecho primordial de su existencia y de su pensamiento. Aun en los tiempos primitivos encontramos en todas partes tribus compuestas de hombres que se rigen a su modo, sin leyes impuestas ni otra regla de conducta que "su querer y libre voluntad", según dijo Rabelais, e impulsados también por el deseo de fundar la "fe profunda", como los "caballeros tan bizarros" y las "damas tan graciosas" que se reunieron en la abadía de Thelème.
Pero si la anarquía es tan antigua como la humanidad, al menos los que la representan aportan algo nuevo, puesto que tienen la conciencia precisa del fin que se proponen y desde un extremo al otro de la tierra están de acuerdo dentro de su ideal para rechazar toda forma de gobierno. El sueño de la libertad del mundo ha dejado de ser una pura utopía filosófica y literaria, como lo era para los fundadores de las ciudades del Sol o de las nuevas Jerusalén, y ha llegado a ser un fin práctico, activamente buscado por multitudes de hombres que unidos y resueltos colaboran al advenimiento de una sociedad en la que no habrá amos, ni conservadores oficiales de la moral pública, ni carceleros, ni verdugos, ni ricos, ni pobres, sino hermanos que tendrán todos su pan cotidiano, iguales en derechos, manteniéndose en paz y en cordial unión, no por obediencia a las leyes, acompañadas siempre de terribles amenazas, sino por el respeto mutuo de intereses y por la observación científica de las leyes naturales.

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