Antes de terminar el convulso año 2016 debemos
resaltar el protagonismo que han tenido los grupos paramilitares en la
continuidad de la guerra en Colombia, el avance del narcotráfico y la
persecución, asesinato y desplazamiento del movimiento social; así como su
interés en ser reconocidos por el Gobierno y la sociedad como grupos armados
beligerantes, con carácter político y fundamento ideológico rebelde. Una
contradicción evidente en un conflicto histórico de élites contra pueblos.
Negociación con los paramilitares
En el 2016 los grupos paramilitares manifestaron su
intención de iniciar una negociación política con el Gobierno nacional,
exigieron ser tratados como fuerzas insurgentes y buscaron el abandono del uso
de las armas. Todo esto a partir del diálogo que se dio entre las Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia -FARC- y el gobierno de Juan Manuel Santos.
No obstante, el conjunto de diferencias que existe entre la insurgencia y el
paramilitarismo desde lo ideológico, territorial y accionar militar, hace que
una posible negociación con el Gobierno sea un ex abrupto.
Ahora bien, los atentados y asesinatos a líderes sociales y
a la comunidad en general, así como el Paro armado decretado por las Autodefensas Gaitanistas
de Colombia -AGC- en el mes de marzo, evidencian la naturaleza política de los
paramilitares: atacar a las comunidades, las organizaciones sociales, los procesos de restitución de tierras, hostigar a los defensores de
derechos humanos, a los estudiantes; violentar las protestas y
manifestaciones populares y asediar los territorios, mientras el Estado demuestra
ser insuficiente para garantizar la paz.
¿Actor beligerante?
Para consolidar el carácter de beligerante de un grupo
armado, según el Derecho Internacional, éste debe contar con tres
elementos mínimos: Dominio territorial; Unidad de mando; Operaciones militares
sostenidas y concertadas. Así pues, los paramilitares de las AGC, que en su
página oficial declaran que: “Las Autodefensas Gaitanistas de Colombia son en
principio del resultado de un proceso de paz fallido con lo que fueran las
Autodefensas Unidas de Colombia -AUC-”, reclaman la posibilidad de negociar con
el Gobierno; tal y como lo hicieron las insurgencias cincuentenarias de las
FARC y el ELN.
Además de esto, hay evidencias que demuestran que un posible
reconocimiento de beligerancia a los paramilitares es un desatino en términos
de legalidad y legítimidad. En primer lugar, es cierto que la unidad de mando
de las AGC está bajo la comandancia de Dairo Antonio Úsuga David, alias
‘Otoniel’, pero también es una realidad la relación histórica entre
paramilitares y las Fuerzas Armadas y militares del Estado, bajo la comandancia
del Presidente de la República, hoy Juan Manuel Santos. De allí que las
operaciones militares sostenidas y concertadas por las AGC no estén en contra
del Estado sino en contra de la población civil.
SEGUIR LEYENDO: http://www.colombiainforma.info/especial-paramilitarismo-la-continuidad-de-la-violencia-en-la-busqueda-de-la-paz/
No hay comentarios:
Publicar un comentario