Los últimos acontecimientos acaecidos en el Urabá y el
Bagre Antioquia, donde se vive una arremetida paramilitar denotan un
sintomático problema social que tiene que ver con algunos matices a analizar
que tejen el complejo panorama para estas comunidades que se encuentran en el
centro del huracán del conflicto que azota a nuestro país. Sin mencionar los
recientes sucesos de La Uribe, Meta, de claro accionar criminal de la Fuerza
Pública. En el caso del Bagre según el Observatorio de Derechos Humanos y Paz
del Instituto Popular de Capacitación (IPC) se registran: “desaparición forzada
(en dos veredas dos, hombres de 84 y 20 años), asesinatos, confinamientos o
desplazamiento forzado (de 570 personas que conforman 193 familias de las
veredas La Llana, Moqui, La Primavera, El Coral, El Oso y El Castillo,
pertenecientes al corregimiento de Puerto Claver)”.
Y en el Uraba, en medio del
proceso de restitución de tierras al que se opone airadamente la derecha
“narcoparatraqueta”: “Desde 2012 los campesinos han venido retornando a sus
tierras, algunos de manera voluntaria otros con acompañamiento institucional;
sin embargo en estos últimos meses ellos han venido recibiendo amenazas de
grupos ilegales que se hacen llamar gaitanistas, quienes los han amenazado de
muerte, les han quitado el ganado que ellos cuidan para su subsistencia,
también les han quemado sus viviendas y algunos los han agredido físicamente”
presiones que se han intensificado en estos últimos días . Según Nora
Saldarriaga -subdirectora de la Fundación Forjando Futuros- .
No podemos concebir los problemas sociales al margen del
desarrollo histórico pues sería un craso error que nos impediría ver la
verdadera dimensión de lo que se está viviendo. Estas zonas del país –que no
son las únicas por supuesto- han estado inmersas en un incesante conflicto
armado que las ha desangrado permanentemente y que hunde sus causas
fundamentales en el despojo de la tierra a mano de fuerzas oscuras sostenedoras
del proyecto capitalista criollo, fértiles y hermosas tierras que han
tenido que sucumbir ante el avance desproporcionado de la guerra con
fines lucrativos y que tiene como principales actores armados a los aparatos
represivos del estado, ilegales o no en clara connivencia entre los dos.
Pero este fenómeno paramilitar en proceso de reconfiguración
no ha sido fortuito y habrá que entenderlo muy bien como una táctica básica del
bloque hegemónico dominante que siempre ha utilizado la sangre y el fuego para
legitimar sus nefastos intereses y superar los antagonismos propios de la lucha
de clases a la que nos vemos enfrentados, teniendo como
respuesta, la acción colectiva de los movimientos sociales, y
también, en la fuerza adquirida por las fuerzas insurgentes. Esas mismas
que hoy se encuentran en procesos complejos de diálogos de paz con el gobierno
nacional: Las FARC-EP en fase definitiva y el ELN en un inicio truncado por
diversas tensiones entre las partes.
En ese sentido, dicho contexto político de diálogos de paz
es el que enmarca los hechos a mencionar de arremetida paramilitar -que
volvemos a recalcar no son los únicos en el país- y que nos lleva a
problematizar los mismos a sazón de los acuerdos últimos alcanzados por las
FARC-EP y que cambian totalmente la correlación de fuerzas en estos
territorios. La paz que el Estado necesita, se debe leer como dispositivo
imperialista y de consolidación del neoliberalismo que es a lo que le apuesta
la elite cafetera, la cual le conviene la suspensión de hostilidades por parte
de la insurgencia para afianzar la entrada sin presión de grandes intereses
Multinacionales, resguardadas como desde la época de la United Fruit Company,
por parte de ejércitos Paramilitares.
Con esto queremos poner el dedo en la llaga tratando de
interpretar a las comunidades en su clamor de paz pues son ellas las que han
llevado la peor parte en esta guerra. Pero son ellas mismas y en ejercicio
claro de autonomía y autodeterminación, que tienen que fortalecer sus procesos
de base y forjar una estrategia que impida que este fenómeno siga existiendo.
Por lo que no es posible en estos momentos hacernos los de la vista gorda, para
estar alertas a quienes estamos llamados a ocupar un papel fundamental dentro
de la lucha de clases desde las propuestas organizativas autónomas, pues el
paramilitarismo no da tregua y como nefastas visiones de lo que puede pasar en
un futuro se aparecen como ejemplos concretos el Bagre y el Urabá.
Colectivo Contra-informativo Subversión.
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