En estas dos fechas, se conmemoran el asesinato del primer
estudiante en la historia del país, en 1929 y la única masacre de
universitarios que haya visto el país en junio de 1954. Centro de Memoria
publica un pasaje inédito de las jornada de hace 56 años
Si hay una fecha que aun no se desvanece con el tiempo, es
el 8 de junio. En especial, para los estudiantes universitarios. Todos, de una
u otra manera, en alguno de sus semestres oyeron hablar de esta jornada. Más el
9 que completó el recordatorio.
Hace 81 años, cuando le hegemonía conservadora presidida por
Abadía Méndez se debatía en su peor crisis tras más de cuatro décadas en el
poder y con el saldo de la matanza de las bananeras a sus espaldas, el
estudiantado marcó el principio del fin de aquel periodo oscuro del país.
Grandes movilizaciones tenían lugar, especialmente en
Bogotá. El 8 de junio de 1929, una marcha de estudiantes de la Universidad
Nacional, en protesta contra el gobierno, a su paso por el Palacio de la
Carrera (nombre que tenía la actual casa de Nariño) fue hostigada por la
policía.
No demoraron las ráfagas de la fusilería para dispersar a
los manifestantes que exigían el fin de "la rosca", como el pueblo
calificaba al régimen y que en todas las demostraciones caricaturizaban ensartando
el panecillo ahuecado en una vara.
Gonzalo Bravo Pérez, un aguerrido estudiante de cuarto año
de Derecho de la Universidad Nacional, caía víctima de las balas oficiales.
Hijo de una ilustre familia bogotana, cuyo padre había sido
parte del gobierno, Bravo Pérez se convertiría en el símbolo de la unidad
nacional contra el despotismo. Su sepelio (ver foto) movilizó a millares de
capitalinos y menos de un año después de la tragedia se vendría al suelo el
régimen conservador.
Desde entonces, los universitarios convirtieron el 8 de
junio como el Día del Estudiante. Que se conmemoraba, primero, con una visita
al cementerio central de la calle 26, para recordar a Bravo Pérez y luego con
actividades deportivas y de sano jolgorio, incluida la elección de la reina de
los estudiantes.
Veinticinco años después, ese 8 de junio tendría un sabor
amargo para todo el país. Después de la visita a la tumba del primer estudiante
caído, el desfile que había salido de las puertas de la Nacional en la calle
26, regresó a los predios de la Universidad. Allí tenían lugar algunas justas
deportivas y se preparaba el reinado, cuyo cetro ostentaría la bella
universitaria Nidya Quintero.
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